Estamos en la recta final de la temporada alta del turismo mexicano en lo que se refiere a su componente internacional y, en un entorno plagado de incertidumbre, el saldo parece ser bueno a secas, lo que dadas las condiciones bien puede considerarse que es, francamente, muy bueno.

Es notable como pese a la estridencia mediática de la nueva administración en Washington, esto, al menos por el momento, no se ha traducido en una reducción en el flujo de los viajeros de aquel país hacia los destinos turísticos mexicanos. Ello a pesar de las vicisitudes que enfrenta el sector aéreo y que han supuesto un recorte en el volumen de asientos disponible en las rutas que conectan a nuestros destinos de playa.

Al mismo tiempo, los flujos turísticos desde Canadá se han fortalecido y se vuelven clave para compensar la falta de crecimiento y la contracción en el mercado latinoamericano, que sigue resintiendo los efectos de una restrictiva política migratoria y de visados.

En suma, la fortaleza del turismo mexicano ha sido de nuevo puesta a prueba y la suma de diversas condiciones le ha permitido salir adelante, pese a la falta de promoción internacional y la presencia de eventos de inseguridad y violencia en partes del territorio.

Del lado de los factores para alcanzar los resultados favorables se debe mencionar el esfuerzo empresarial y talento de una gran fuerza de trabajo que representan los millones de personas que se desempeñan en el sector. Esto ha permitido construir una oferta de gran atractivo y, sobre todo, de gran confiabilidad, que permite que la mayoría de los viajeros se lleven una gran experiencia en su visita a los diferentes destinos de México.

Por supuesto que un factor clave para alcanzar los resultados mencionados es la situación de la paridad cambiaria pues, para efectos prácticos, competimos con tarifas que se sitúan en promedio entre 20% y 25% por debajo que en el mismo periodo de 2024.

Así, la situación hacia la temporada veraniega debe ser revisada, pues es necesario perseverar en la mejora de las condiciones, reconociendo que el turismo es una actividad inmersa en una condición competitiva en la que prevalece una alta rivalidad, y los cientos de destinos con los que competimos se reinventan una y otra vez, y tratan de ofrecer las mejores condiciones posibles.

Apoyar al sector turístico mexicano no es una concesión graciosa, sino que debe situarse en una convicción de las enormes aportaciones que realiza y que, en momentos tan singulares como los que se viven, deben ser aquilatadas. Sus efectos sobre la balanza de pagos, en medio de lo que parece ser una guerra comercial; la capacidad de generar empleo de manera intensiva, y la posibilidad de llevar el desarrollo a lugares que se encuentran en regiones que con frecuencia están menos favorecidas, son ingredientes que respaldan las actuaciones públicas para consolidar la actividad turística.

En este orden de ideas, vale recordar que la naturaleza intrínseca del producto turístico es la de ser una amalgama de bienes y servicios públicos y privados que deberían funcionar de manera aceitada, permitiendo la búsqueda y atención de clientes tanto dentro del territorio como allende las fronteras.

Mucho hemos avanzado, ciertamente, pero mucho más se debe hacer para mantener las condiciones que permitan una actividad turística como la que México está llamado a tener, dadas sus extraordinarias ventajas comparativas. El reto es traducir dichas ventajas en ventajas competitivas, a pesar de las desventajas competitivas que hoy se enfrentan.

Director del Sustainable Tourism Advanced Research Center (STARC) Anáhuac Cancún. X: @fcomadrid

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