Luego de sufrir un accidente en Go Karts a los 10 años, Lauro González Moreno pasó dos años de su vida en silla de ruedas.

Tras la convalecencia, su amado futbol quedó prohibido, y fue cuando encontró una vieja raqueta de tenis en el clóset de su papá. Dos años después, ya era campeón nacional de dobles y subcampeón en singles.

Gracias a su dedicación y persistencia, la Texas A&M University le ofreció una beca parcial para estudiar ingeniería, donde conoció a Astrid Boneta, la mujer de su vida y madre de sus hijos.

Al segundo año de la carrera, Lauro consiguió que lo becaran al 100 por ciento, noticia que significó una de las mayores alegrías, alivios y el máximo orgullo para su padre, quien poco después murió del corazón.

“Siempre me apoyó. Como podía, estaba ahí, echándome porras y ayudándome a tomar decisiones clave. Fue realmente mi coach, me ayudó a forjar una mente competitiva y a seguir adelante hasta el último”, relata.

Llegado el momento de decidir si intentaría hacer realidad su sueño de dedicarse al tenis, Lauro fue muy sensato, miró a su alrededor, observó el nivel y la estatura de los demás jugadores —superiores al 1.80 metros— y optó por enfocarse en sus estudios.

Si aquel día, Lauro no hubiera encontrado la vieja raqueta de tenis de su padre, quizá —más bien— lo habrían metido a clases de natación, y ni sus tres hijos —Diego, Natalia y Santiago— existirían.

Probablemente, tampoco Luis Miguel habría renacido y estas líneas estarían dedicadas a alguien más.

Pero es también gracias al tenis que los González Boneta son exitosos, pues aunque Lauro aprendió que los hijos no necesariamente tienen los mismos sueños que sus padres, en su formación aplicó los mismos principios que le permitieron sobresalir en el ese deporte: Disciplina, consistencia, educación y tener junto al mejor entrenador.

“No me hace sentir menos que se me conozca como ‘el papá de Diego Boneta’; al contrario, me provoca el mismo orgullo que sentía mi padre en mis partidos. También me alegra que haya adoptado el apellido de su madre, así no carga con mi peso”, cuenta.

Para Lauro, una vida de película no es solamente que Diego y Natalia se dediquen a la industria cinematográfica, o que Santiago trabaje en Google, es “poder ser testigo, junto a mi mujer, de los increíbles dividendos que nos va dando la vida a lo largo del camino”.

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