Una gran parte de los mexicanos vivimos en una zona de interés.
Ese es el titulo de una película magnifica. Rudolf Höss director del campo de extermino de Auschwitz-Birkenau, vive en una linda casa adyacente al campo. Disfruta a su familia. Los beneficios despojo. El trabajo esclavo, doméstico, de internos.
A lo lejos se ve el humo de las chimeneas de los crematorios que consumen la vida.
Esa doble vida, la del horror y la normalidad, se repetía continuamente en los perpetradores del holocausto. Las cartas de Himmler a su familia lo constatan. Ana Arendt lo corroboró en el juicio contra Eichman, el jefe logístico del exterminio, durante su juicio en Tel Aviv, consignado en un libro seminal: “La Banalidad del mal”.
Como en “Zona de interés” los mexicanos nos esforzamos por encapsular nuestras vidas y extraernos de la realidad brutal del país.
Hay 630 mil vidas perdidas de Calderón a la fecha. Medio millón de muertos y 130 mil desparecidos.
Mientras los sicarios se apoderan del territorio, millones de familias esperan que nada suceda. Viven su vida “normal”. Pretenden buscar la felicidad. Ignoran las noticias.
Voltean para otro lado para no ver que hay colonias enteras donde reina el terror. Lugares donde han asesinado a una vendedora de elotes por no pagar su cuota. Un joven chofer de camión golpeado por resistirse a entregar el fruto de su trabajo al cártel. A una maestra jubilada —que se metió de taxista para que el dinero le alcanzara— ser vejada, torturada y asesinada por sicarios. Un niño ejecutado por vecinos porque su mamá les debía mil pesos.
La indignación se ha ido de viaje en este país.
¿Hasta cuando?
No lo sabemos. Si hay un movimiento que se percibe abajo, en las placas tectónicas de la política: hay un castigo en la aprobación presidencial por el abuso del crimen organizado. Hay una decepción, y comienza a haber enojo, por la corrupción y el cinismo con el que se exhibe.
La exposición de la asociación de Adán Augusto López con el crimen organizado y su ratificación como líder del Senado abre una grieta profunda en la credibilidad del régimen. Conecta la certeza de que la corrupción que se ostenta a todos los niveles tiene que ver, en parte, con los ríos de dinero del crimen organizado.
Es posible, acaso aún no probable, que la gente comience a salir de su zona interés.
Que rompa el espejismo de su cotidianidad autista para poner la vista más allá de sus bardas gigantescas, coronadas por rejas y cámaras, y vean a su alrededor.
Y vean con horror las columnas de humo que están a metros de su mundo feliz.
@fvázquezrig