90 días. Eso es lo que tenemos. Una tregua de 3 meses por parte de Estados Unidos para decidir si aplica aranceles punitivos contra el país.

90 días, en política, pueden ser muchos, para bien o para mal.

El regreso de Napoleón de su primer exilio no duró más que eso. Fue su fin. El de su imperio y el de la Europa como se conocía. Los nazis quemaron el Reichstag y de ahí gobernaron por decreto.

Luis Echeverría emprendió una actividad frenética y devastadora al final de su mandato, retratado por Carlos Loret de Mola (abuelo) en “los últimos 91 días”. López Portillo expropió la banca y, literalmente, enloqueció.

Pero también, Franklin Roosevelt utilizó los primeros cien días de su gobierno para lanzar un alud de iniciativas de ley que configurarían el New Deal: el nuevo trato de la sociedad norteamericana. Mandela abolió el apartheid. Salinas encarceló a la Quina y ya nadie se burló del chaparro pelón.

Eso, 90 días, es lo que tiene el gobierno mexicano para cortar de tajo el nudo gordiano del narco estado.

La tregua provino de una llamada de alto nivel entre los presidentes de ambos países.

Dos días después, vino el cambio en la UIF, que no había detectado nada del lavadero de dinero en tres instituciones financieras que Estados Unidos vetó.

Antes, un general de división había denunciado nada menos que a Adán Augusto López, líder de Morena en el Senado de tener como secretario de Seguridad Pública a un capo. Y los generales sólo actúan bajo órdenes superiores.

Un ramillete de políticos al menos abusivos—del hijo pródigo, Andy, al secretario de Educación Pública— han sido exhibidos en viajes de lujo y ostentación ¡Oh, casualidades de la vida! De Tokio a Capri y de Lisboa a Ibiza ha habido buenos mexicanos coincidiendo con estos impresentables para tomarles lindas fotografías, mandarlas a medios y contarle a columnistas.

La labor de demolición no ha sido muy difícil: el mal gusto y el exceso de otros politiquillos —del presidente de la Cámara de Diputados al subdirector de Aduanas— le han dado una manita a los escrutadores.

Pero todo esto tiene un timing: un tiempo cronometrado y un tablero de exhibición para causar daño, inflamado por las torpezas de los implicados.

Al lado de ello, los otros capos reaccionan. Ejecutan al delegado de la FGR en Tamaulipas que investigaba nada menos que a la próxima titular del Poder Judicial de Tamaulipas. El gobernador, ni sus luces. Igual que el de Sinaloa. Calladitos se ven más bonitos.

Bajo toda esta operación, las confiscaciones de huachicol son tan extendidas y de tal magnitud que empapan con su hedor al gobierno anterior.

Una hipótesis es que la tregua arancelaria provino de un pacto. En 90 días habrá un coletazo.

Está en marcha. En septiembre se dará el primer informe de gobierno de la presidenta. En la vieja tradición de la política mexicana, en esa fecha los pactos con los antecesores caducan.

En el inter, vendrán las audiencias del Mayo y de Caro Quintero. Para subrayar que la cosa va en serio, la presidencia de EU autoriza a sus fuerzas armadas a intervenir en el exterior contra los cárteles de lo droga. Por si las moscas, aquí se cocina una reforma electoral para terminar de apoderarse de todo: no vaya a ser que el régimen necesite trincheras.

Nadie sabe si habrá tormenta. El cielo de agosto, por lo pronto, se ilumina de relámpagos.

@fvazquezrig

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