Winston Churchill respondía cuando se le preguntaba que se debía hacer para ser político:
—Leer historia.
Todo, decía, ha ocurrido antes. Cambiarán las formas. Los actores. Los tiempos. Los medios.
Pero todo está allí. Ya escrito.
El PRI tuvo su primera gran crisis cuando el poder lopezportillista exhibió su frivolidad y podredumbre. La elite gobernante exhibía sin pudor su riqueza sucia. Carmen Romano, primera dama, se paseaba con joyas exuberantes. El presidente aceptó de regalo tres mansiones en una vistosa cumbre. El jefe de la policía capitalina, el negro Durazo, siguió sus pasos y se construyó mansiones fastuosas. Cuando el presidente visitó una de ellas, le dijo, riendo cariñoso:
—Te pasaste, negro.
Miguel de la Madrid triunfó no porque no existiera agravio social, sino porque no había oposición articulada. Pablo Emilio Madero recogió los pedazos de una crisis del PAN y las izquierdas —Rosario Ibarra, Arnoldo Martínez Verdugo— no tenían raíces en México. Lección: la corrupción ofende y hiere de manera profunda.
La estructura del partido que se creía invencible iba a crujir, y casi a caerse, cuando se partió por dentro. La mayor oposición nació de sí mismo, en 1988. Ocurrió por una guerra de facciones. Lección: la soberbia de las cúpulas puede generar su suicidio.
La primera alternancia desde 1929 sería producto directo de las crisis económicas que llevaron, en 1995, a que el 66% de la población cayera en pobreza. El régimen, además, se había ido mezclando con el crimen organizado: el hermano del presidente Salinas fue señalado por esas ligas. El General Jesús Gutiérrez Rebollo, zar antidrogas, fue sentenciado por proteger al cártel de Juárez. Lección: la gente castiga el crimen y no perdona la pérdida de su patrimonio.
A Vicente Fox casi lo consume la decepción. Generó una gran esperanza. No la llenó. Lección: como dice René Villarreal: en política, el bono que no se usa se convierte en pagaré.
Felipe Calderón minimizó el daño electoral de la inseguridad. El baño de sangre que se desató en su sexenio fue la tumba de su partido. Lección: si el Estado es incapaz de protegernos, deja de tener razón de existir.
Enrique Peña hizo lo increíble: regresó al PRI al poder. Encabezó una nueva generación. Rostros jóvenes, viejas mañas. La nueva ola de jóvenes turcos conjuntó los defectos de todos los anteriores. Frivolidad, corrupción, insensibilidad, incapacidad de controlar al hampa. El partidazo que había vuelto para gobernar otros 80 años se fue en 6.
No hay partidos invencibles. No hay poder eterno. No hay popularidad intocable.
La gente sabe. La gente intuye. La gente premia o castiga.
El síndrome “a mí no me va a pasar” es una invitación a arrojarse al vacío.
Minimizar el entorno y pensar que las migajas bastarán para contener el descontento es ignorar la historia.
Y aquel que la ignora, nos recuerda Herodoto, está condenado a repetirla.
@fvazquezrig