México está atrapado en una celda: acostumbrarse a vivir en la injusticia.

Es amplia: no me refiero sólo a la justicia legal. También a la desigualdad, a la extorsión, a la humillación, al abuso, a la falta de medicamentos, a la educación de mala calidad.

Nacer pobre es una condena.

El nuevo sistema no ha hecho sino perpetuar las carencias. Cierto: se reparte dinero pero no oportunidades. Por eso los indicadores que impulsan el progreso —educación, innovación, tecnología, infraestructura— van a la baja.

La injusticia se perpetúa con la vergonzosa exhibición de ministras de la Corte sin preparación. Que recurren a su acordeón de whattsapp. Que no pueden articular tres oraciones sin repetir la palabra “parámetro”. De un juez penal que manda a comparecer a la víctima de un homicidio.

Ahora van por desmantelar el amparo.

El incremento del ingreso y la disminución de la riqueza fue producto del aumento del salario, no de la generación de empleo formal bien pagado.

La economía en el sexenio que se acabó, pero no se fue, promedió un mediocre 0.9% anual. El PIB per cápita retrocedió. La nueva burocracia celebra que este año creceremos, con suerte, una décima más: 1%.

El poder de los sindicatos magisteriales sigue. La CNTE chantajea al gobierno y éste cede. Diario, miles de maestros imparten su ignorancia.

Las medicinas siguen sin llegar a los hospitales pero sí llegan a la radio, a la televisión y a las redes. 90% de abasto, afirma el informe que no es informe, sino propaganda. Pero las propias cifras públicas de la Secretaría de Salud desmienten el optimismo: 40% de las medicinas no han sido repartidas.

Pero la injusticia más profunda es la del gobierno de criminales.

Ya no es simple, llana e indignante corrupción.

Es una densa estructura criminal que se extiende a todo el país. Sólo el huachicol fiscal y el del diésel sumó el sexenio pasado dos billones de pesos. Eso representa el presupuesto de medicinas para 17 años.

Hay una colusión entre el poder político y el poder criminal. El ex presidente se jactó de haber separado al poder económico del político. Se refería al poder empresarial. El poder económico del crimen se volvió siamés del político, al grado de ya no saber cual es cual.

En la solución de este dilema, que no es otro más que atacar el poder financiero del hampa, la inteligencia, la ley y el orden, la cooperación estrecha con Estados Unidos, un impulso nacional al crecimiento con igualdad social, está la alternativa de salida a un sistema que se pudre por dentro.

La injusticia es el nudo de los dolores nacionales.

No hay forma de desatarlo.

Como Alejandro, hay que cortarlo.

Pero no se ve quien sea capaz de hacerlo.

@fvazquezr

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