Por diversos motivos, los titulares de los órganos políticos de los países, sobre todo los jefes de Estado y de Gobierno, deben ser sustituidos unos por otros. El mero paso del tiempo, el envejecimiento, las disputas internas de los gobiernos y el cumplimiento de los plazos para ocupar los cargos obligan a ello.

Desde tiempos inmemoriales, esos cambios han generado conflictos, disputas familiares, problemas políticos, enfrentamientos entre fuerzas distintas de un mismo país e incluso guerras internacionales. Sin embargo, de todos los sistemas que se han experimentado y puesto en práctica el más adecuado, el más civilizado y el que parece, por lo menos hasta la fecha, garantizar estos cambios de la forma más pacífica posible, es la democracia.

A pesar de los sistemas cada vez más sofisticados de manipulación de la opinión pública, de la influencia de los medios de comunicación masiva y la aportación, muchas veces sin límite, de recursos económicos para solventar los gastos de las campañas, no hay ningún otro sistema que pueda considerarse con más cualidades positivas para que las poblaciones expresen sus puntos de vista y para que de acuerdo con ellos se sustituya a los gobernantes.

Pero la democracia es mucho más que un sistema de elección de candidatos, como dice el magnífico texto redactado por Jaime Torres Bodet para el artículo 3º de nuestra Constitución, es un sistema de vida, un sistema en el que los ciudadanos no solo pueden elegir y ser electos y opinar en los grandes asuntos del Estado, sino que, al mismo tiempo, es una estructura jurídica que garantiza, o por lo menos, debe garantizar la participación de la población.

Quizá lo más importante es el aspecto social de la participación democrática. Darle a la población la tranquilidad de una sustitución pacífica de los gobernantes y con ella una sensación de cambio; con la tendencia natural al optimismo, las poblaciones piensan que con la transición habrá una mejoría, ilusión que lamentablemente la mayoría de las veces desaparece, pero, desde luego, siempre es útil contar con esa esperanza de progreso.

Profesor Facultad de Derecho, UNAM

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