A principios de este mes, se reunieron los 133 cardenales que conforman el cuerpo cardenalicio con derecho a voto para designar al obispo de Roma, que, a su vez, es el jefe de la Iglesia católica.
No deja de sorprender que esta institución, con casi 2000 años de conformación política, haya sufrido los avatares de estos dos últimos milenios y siga funcionando con una exactitud cronométrica, a pesar de sus tradiciones arcaicas, ritos obsoletos y actitudes conservadoras.
No cabe duda que la elección del cardenal de los Estados Unidos de América sorprendió a la mayoría del mundo; a católicos y no católicos, lo que, además, produjo una avalancha de comentarios laudatorios que hubieran surgido con cualquier otra designación: “muy inteligente”, “preparado”, “culto”, “piadoso”, “el Papa que se necesita para el momento actual”, “tiene cara de Santo”, “está preocupado por los pobres”, y mil calificativos más.
Se alaba su vestimenta, completamente distinta a la de su predecesor, la que fue igualmente alabada en el momento que salió al balcón vaticano, de una manera muchísimo más simple y sencilla.
El boato y el protocolo no dejan de impresionar. Políticamente, son un minúsculo Estado con unos cuantos miles de ciudadanos a los que acompañan miles de creyentes, practicantes o no; sin embargo, su trascendencia sigue siendo sorprendente.
A la muerte de su antecesor acudieron más jefes de Estado que a ningún otro acto de esta naturaleza; muchos más que a los funerales de la Reina Isabel II de Inglaterra, quien, al mismo tiempo, es jefa de la Iglesia Anglicana.
También son admirables la habilidad, la profundidad y la secrecía con la que se toman los acuerdos y se llega a decisiones; nos hace recordar mucho más o una reunión del politburó soviético que una congregación encargada de la salvación eterna de las almas.
El resultado del proceso que designó a León XIV nos muestra la pulcritud con la que se manejan los asuntos vaticanos; las razones, las causas y las circunstancias que rodearon la designación son motivo de un amplio análisis.
Profesor de la Facultad de Derecho, UNAM