Una enorme cantidad de acontecimientos políticos y sociales nos abruman a diario; y, aunque el hecho que voy a comentar sucedió ya hace un par de semanas, la trascendencia que tiene es mucho más que una simple anécdota política.

Decía don Jesús Reyes Heroles, uno de los mejores políticos y politólogos que ha tenido México, que: “en política, la forma es fondo”. Un ejemplo de lo que no se debe hacer ocurrió durante el mitin convocado para enaltecer la figura presidencial y mostrar apoyo popular a la primera magistrada del país, el día 9 de marzo, en la batalla política y económica que libra frente al irresponsable presidente de los Estados Unidos.

Cuando la Presidenta llegó al podio atestiguamos como los grandes jerarcas de la organización morenista, con miras a preservarse en el poder, tomados del brazo le dieron ostensiblemente la espalda, dejando en claro su independencia de ella. Ese abrazo encadenado estuvo formado por la presidenta del Partido Morena, los coordinadores del partido en la Cámara de Diputados y en el Senado de la República, el gris e inútil presidente del Partido Verde y, por supuesto, por el personaje con más fuerza en este momento, el hijo del anterior Presidente de la República que, si queremos creer los mentideros políticos, es su candidato para ocupar ese cargo en la próxima transición.

La historia nos demuestra que este tipo de situaciones nunca pasan desapercibidas, desde que Lázaro Cárdenas de manera patriótica y con una inteligencia política singular terminó con el Maximato que venía ejerciendo desde 1920, Plutarco Elías Calles.

Resulta impensable lo que ocurrió en el mitin de la Presidenta. Ningún presidente, desde Ávila Camacho hasta López Obrador, hubiera permitido un desacato de esta magnitud.

Este acto no es simplemente una muestra de deslealtad política; es mucho más que eso. Junto a las negativas de aprobar las iniciativas de la Presidenta de la República, significa una advertencia para ella, para el sistema político y para todos los mexicanos en donde nos demuestran que ella no es la que lleva las riendas del gobierno.

Se les olvida a los actores de este sainete que la fuerza real del Presidente de la República, cualquiera que sea, se hace patente y se fortalece en el momento en que la quiera ejercer.

Tenemos esperanza de que se tome esta decisión.

Profesor Facultad de Derecho, UNAM

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