Hace unos días, acudimos a un evento en lujoso hotel. Al llegar, escanearon nuestra invitación y nos dieron una tarjeta a cada uno, con nuestro nombre y la notificación: Mesa 100. Correcto, al llegar al salón donde se llevaría a cabo la entrega de premios para la que fuimos invitados, nos informaron que la mesa 100 aún no estaba disponible, por lo que fuimos a tomar un trago. Veíamos que la gente ingresaba a sus respectivas mesas y volvimos a preguntar si podíamos acceder. La respuesta fue la misma. Acudimos a la otra puerta de acceso. “¿Mesa 100?”. “No, aún no se encuentra habilitada, espere allá afuera, por favor”. Después de cuatro intentos, ya con el evento iniciado y varias personas alrededor que esperaban la misma mesa 100, cuestioné al personal. Su sinceridad me llamó tanto la atención como la revelación de la llamada “Mesa 100”.
La Mesa 100 no era una mesa, era un código. Las decenas de personas que esperábamos (que llegué a pensar era enorme), en realidad esperábamos la ausencia de invitados y los lugares vacíos que no se ocuparían. Sí, de ese tamaño.
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Y es que llenar espacios es algo bastante más común de lo que suponemos, y no necesariamente se trata de discriminación, sino de competencia, selección o apariencia. La Mesa 100 puede ser ¿por qué no? El Play-In de la Liga MX, donde los seis clasificados de manera directa esperan a dos equipos que se eliminarán entre cuatro probables y ocuparán esas dos sillas vacías. A veces, los más populares, como América y Chivas, deben “esperar” (activamente) en la recepción para ocupar uno de los dos cotizados lugares en la mesa de honor. A veces, la Mesa 100 espera pacientemente que se retiren las leyendas, para otorgarles una silla rumbo a la posteridad, como Rafael Nadal, quien —pese a seguir enamorado de su laureadísima profesión que desempeñó por 20 años, con 22 títulos de Grand Slam— tuvo que hacer caso a su muy dañado cuerpo. A partir de esta semana, Rafa ocupa encantado de la vida su lugar en esa particular “Mesa 100”.
Visto de otra manera, la Mesa 100 laboral es el proceso lógico de quien arranca sin experiencia en el puesto que aplicó para trabajar en cierta empresa y su llegada significa un proceso lógico de espera, mientras el evento ya comenzó, mientras pasa el tiempo en el bar... Mientras demuestra que es suficientemente capaz de ocupar la silla desde donde puede presenciar el evento en su máxima expresión. Lo mismo sucede con el futbolista novato, con el director técnico que se abre camino.
En resumen, nuestra llamada “Mesa 100” fueron dos sillas de espalda al escenario principal, junto a la pasarela, pero de frente a una pantalla y con muy grata compañía. Quizá, lo más recomendable en estos casos es no tomarlo personal, reír de la discriminación que no lo es, de la invitación que se convierte en especial y de los códigos que uno debe aprender a interpretar en compañía de su pareja, que es el principal motivo de la velada.
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