A sus 87 años y con muchas dificultades para moverse por sí solo, don Mario pidió a sus hijos y nietos que lo llevaran a ver la final Atlas vs León en diciembre de 2021, en el estadio Jalisco. Al término del partido, todavía en la tribuna, me acerqué a conocer sus impresiones, luego de 70 años de espera para volver a ser campeones. “Es lo que quería yo, sólo esto. Ya me puedo morir tranquilo”, me dijo, antes de gritar: “¡Arriba el Atlas, cabrones!”. Recordaba muy bien aquel campeonato de 1951 y el gol de Edwin Cubero. Ya en el ocaso de su vida, Julio Furch le volvió a dar el cierre ideal de un largo ciclo de vida en torno al futbol.

¿Cuántas veces usted ha deseado un suceso, para después tener la tranquilidad de decir: “Después de esto, ya me puedo morir”? Depende de su edad y su paciencia, pero he sido testigo de varias personas (atlantistas de la tercera edad, a fin de cuentas) que me han externado ese mismo deseo y que, por coincidencia, se les ha cumplido, luego de ver a su equipo campeón.

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El 5 de julio, en Birmingham, Inglaterra, Ozzy Osbourne, ícono del heavy metal y dos veces exaltado al salón de la Fama del Rock and Roll, ofreció su último concierto, en el estadio de su ciudad natal, Villa Park, ante un lleno y acompañado de varias leyendas de la música. Fue la primera reunión de los miembros originales de Black Sabbath en 20 años. Ozzy, de 76, diagnosticado con Parkinson desde 2009 y con evidentes secuelas de los excesos, lució grandioso desde el trono diseñado para llevar a cabo el concierto, ante la imposibilidad de ponerse de pie. Esta veterana leyenda conectó con las nuevas generaciones a principios de siglo, cuando realizó —junto a su familia— uno de los primeros y más exitosos realities, llamado “The Osbournes”.

El concierto del 5 de julio era la reunificación, pero también la despedida, esa que la gente se negaba a aceptar, tras ver a Ozzy en un estado infinitamente mejor a lo previsto... Era la llamada “lucidez terminal”, que a unos les llega en la cama del hospital y a Ozzy Osbourne en el escenario. Después de esa noche, ya se podía morir... Y lo hizo tan sólo dos semanas después.

Muy pocos tienen el privilegio de decidir cómo, cuándo, de qué manera y dónde morir. Sin duda, el llamado Príncipe de las Tinieblas fue uno de esos elegidos.

No tengo la menor idea de dónde se encuentra don Mario, cómo fue que celebró el bicampeonato del Atlas, seis meses después de aquella victoria contra León que tanto le llenó. Pero lo cierto es que, si luego de 70 años de espera para volver a ver a su equipo campeón, estaba listo para morir, un torneo después se encontraba doblemente preparado para su partida. Mejor, imposible.

@felixatlante12 @felixunivision12

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