Acalasia, enfermedad autoinmune que conocí hace poco tiempo: afección incurable de la deglución, que afecta al esófago y es provocada por la disfagia (dificultad para pasar el alimento hacia el estómago). Suena rara, de hecho es muy rara, pero el punto donde me quiero centrar es la palabra “autoinmune”.

El sistema inmunológico del cuerpo de pronto ataca por error o por confusión a sus propias células, tejidos y neuronas, como si fueran invasores extraños. Es decir, desconoce al propio organismo y sólo agrede, daña y lastima sin saberlo, a veces con consecuencias letales.

Herir sin tener la intención y sin saber que se hiere, esa es la consecuencia de las enfermedades autoinmunes… y en muchas ocasiones esa es nuestra manera de actuar ¿Cuántas veces lo hicimos a personas que amamos y cuántas veces nos lo hicieron quienes en teoría deberían cuidarnos? Nos dimos cuenta de la misma forma que se descubre la acalasia: demasiado tarde para resanar por completo el daño.

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Cuando era un novato en el Atlante, allá por 1988, se jugaba una ‘cascarita’ tras el primer día de entrenamiento. Los equipos ya estaban determinados: el de La Volpe vs el de Romano (la estrella en esa temporada). Yo pertenecía al segundo. El equipo perdedor de tres partidos debía pagar el asado mensual para todo el plantel.

Mi asignación en esos partiditos informales, llenos de gritos y pocas risas, era marcar personalmente a La Volpe, nuestro director técnico. Un día se jugaba el partido definitivo, estaba particularmente parejo y hasta tenso. Cumplía con mi labor al pie de la letra, hasta que La Volpe comenzó a intimidarme. Yo no respondía nada, pero en un momento preciso en que él se encontraba en posesión del balón, me esperó y al momento de acercarme, me tiró un fuerte codazo en la cara, a la altura del pómulo, e inmediatamente después me dijo: ‘¡Dale, andá boludo, para que sigas aquí pegado a mí!’. Todo se volvió más tenso y sin decir una palabra seguí con mi encomienda, hasta que recibí un pase, pocos minutos después, y el propio La Volpe se tiró con las dos piernas hacia mi rodilla. Distención de ligamentos, dos semanas fuera de actividad.

Durante mucho tiempo traté de entender cómo es que un líder, un jefe, un supuesto guía es capaz de atentar contra sus propios intereses y su gente si su éxito depende de ellos… aunque se trate del tercer portero ¿No se supone que debe cuidarlos?

En esta semana murió Frank Caprio, conocido como el “juez con el corazón más grande del mundo”. Su labor durante cuatro décadas fue impartir justicia, pero él decidió además escuchar y cuidar con enorme criterio de cada uno de los acusados. Sus videos son conmovedores y su misión fue siempre la de ser un”‘anti acalasia”.

Aun con la reflexión del incidente con La Volpe, procesado por años y años, un día fui padre de familia… tres veces a lo largo de ocho años. Mi objetivo siempre fue cuidar a mis hijos. Mucho tiempo después, luego de incidentes, padecimientos, separaciones y alejamientos entre un amor desbordado e incondicional hacia ellos, me doy cuenta que sin la mínima intención, un padre de familia se convierte fácilmente en la acalasia de sus hijos… como un técnico de sus jugadores, como infinidad de novios, novias, esposos y esposas de sus parejas… como la enfermedad autoinmune que surge a partir de proteger y termina por dañar sin querer.

@felixatlante12 @felixunivision12

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