El Cónclave por iniciar este miércoles mantiene la expectativa social, no sólo de los católicos sino de la sociedad en su conjunto. Recordemos que un pontífice es una figura política y social con voz propia en la mediación de conflictos nacionales o internacionales, tan cercanos o lejanos dependiendo del lugar desde donde observemos. En lo social, la iglesia es uno de los organismos de apoyo social con mayor intervención en regiones marginadas y un escaparate para la denuncia de las desigualdades sociales.
Del otro lado, la expectativa de conocer el nombre y trayectoria del nuevo Obispo de Roma apunta a despejar la incógnita hacia dónde conducirá los destinos de la iglesia más grande del mundo, además de responder exigencias por atender la baja de feligresía, resolver los casos de abusos sexuales cometidos por religiosos, el reconocimiento de la diversidad sexo genérica de los creyentes, el papel de las mujeres en el ministerio sacerdotal, etc.
Lo que hemos visto y leído estos días ha sido el debate sobre dos modelos de iglesia y sobre una de ellas estará enmarcado el nombramiento. Un modelo progresista que escucha a su feligresía y trata de empatar sus principios con las demandas del mundo moderno, o; una iglesia conservadora que retorna a sus principios y dogmas como garantes morales en un contexto de incertidumbre.
Los nombres están sobre la mesa y por primera vez asistimos a un Cónclave multicultural y globalizado cuyos participantes proceden de más de 70 países. Se habla del cardenal Tagle de Filipinas, Parolin y Zuppi cardenales italianos, todos ellos en la línea de Francisco. Por el lado conservador se menciona a Anders Arborelius de Suecia y sorpresivamente comienza a mencionarse a Raymond Burke cardenal de Estados Unidos y candidato de Donald Trump. La mención de Burke deriva de la presión de los medios más conservadores por colocarlo en el escenario, y rompe una regla no escrita en los últimos 50 años de no considerar papable a un religioso que provenga del país más poderoso en la tierra por sus implicaciones en la geopolítica, además de ser el abiertamente el candidato de un presidente. Personalmente considero que el nombramiento volverá a Europa, sea progresista o conservador.
Finalmente anotaré dos cosas sobre esta elección.
Primero, es una elección en la que todo mundo participa y opina por el desafío mundial, pero es una elección secreta y cerrada donde serán 133 hombres que votarán en secreto y nunca sabremos cómo se dirimió. El secreto y la sociedad secreta en un mundo donde todo se exhibe y se juzga.
Segundo, el nombre elegido por el nuevo Papa nos dirá el camino que habrá de tomar la iglesia. La elección lo dibujará en sus ideas, fobias, miedos y anhelos. Su nombre será un registro personal, pero una idea general para una iglesia que busca acomodarse en el mundo contemporáneo.
Investigador Universidad La Salle México