“Por lo que toca a monografías, superan en número las publicadas más allá de nuestras fronteras. Esto da alas a la creencia de que la historia reciente, y en especial el estudio del periodo revolucionario, la hemos cedido los historiadores de este país a la historiografía extranjera” (Luis González y González, 1997, La revolución mexicana en el espejo de la historia, en Obras Completas, Tomo VI, Clío y El Colegio Nacional, México, p. 241).
En el párrafo que sigue a este epígrafe, ese gigante de nuestra historia y de nuestras letras que fue el maestro González, muestra la significativa carga de subjetivismo de muchas y muchos de los extranjeros que se han ocupado de nuestra historia, sin dejar de reconocer la erudición de “la estrella británica: Alan Knight, y la austriaca: Fiedrich Katz” (Yo agregaría a la estadounidense: Clark Reynolds).
La historiografía posrevolucionaria, en la lógica orteguiana de la teoría de las generaciones, ha llamado la atención de notables autores que, tanto en la filosofía, la literatura (notablemente en la poesía), la educación y en las artes plásticas (especialmente en la pintura) han hecho aportaciones notables: “En 1948 se forma el grupo Hiperión, integrado por los jóvenes estudiantes Emilio Uranga, Jorge Portilla, Luis Villoro, Ricardo Guerra, Joaquín Sánchez Macgrégor, Salvador Reyes Nerváez y Fausto Vega. Poco después, se les une Leopoldo Zea, que pertenecía a una generación anterior y ya era un prestigioso profesor. Empero, en el grupo, Uranga era, como recuerda Villoro, primus inter
pares: el más inteligente, el más talentoso, el más prometedor de todos. En palabras de José Gaos (también mentor de Luis González y González), inteligencias como las de Uranga solo se daban una vez cada siglo en Europa” (Guillermo Hurtado, 2013, Emilio Uranga. Análisis del ser del mexicano y otros escritos sobre la filosofía de lo mexicano (1949-1952), CONACULTA, México, pp. 11 y 12).
Protagonista de una historia política e intelectual colmada de claro-oscuros, defensor a ultranza de un gobierno -el de Adolfo López Mateos- que a la hora de reprimir no se andaba con miramientos, Uranga es el alumbrador de una nueva perspectiva filosófica en el análisis de lo mexicano, el sentido original de lo filosófico: quiere decir aquí análisis radical, fundamental, decisivo, frente a reflexiones que se contentan con quedarse en los aledaños, un poco a la entrada del tema, sin forzar el paso y abrirse camino, decididamente, con el instrumental filosófico como guía. Si bien generaciones que nos han precedido se han ocupado de temas mexicanos, no pudieron elevar esa preocupación a central, ni mucho menos elaborarla con metodología filosófica.
La confrontación del ser del mexicano, accidental en la terminología uranguina, con el supuesto carácter sustancial del ser europeo, habrá de operar una reforma y una conversión: “No vayamos a convertir nuestras reflexiones sobre el mexicano en una nueva fórmula de imitación, como antes imitábamos a lo europeo, sino que comprendamos, de una vez por todas, que lo mexicano impone una tarea moral de purificación y responsabilidad que no se satisface sólo con alistarse a última hora, y con visible conveniencia a lo que hoy goza, por el esfuerzo de los que a él se han consagrado de justo renombre” (Emilio Uranga, 1952, Análisis del ser del mexicano -dedicado a Octavio Paz-,
op. cit., p. 34). Una obra que no tiene desperdicio: La insuficiencia de una “realidad” es equivalente a inconsistencia o carencia de fundamento. La insuficiencia, ontológicamente, determina al accidente frente a la sustancia. En buenas matemáticas y, particularmente, por el hermetismo y temprano abandono de su actividad académica, Uranga terminó siendo una gran promesa incumplida.
En la continuación de su extraordinaria Ronda de las generaciones, nos asiste el derecho a suponer que, en la mitad de la tercera década del siglo XXI, el maestro González y González disfrutaría enormemente del renovado interés por lo mexicano que ofrece una generación de cincuentones encabezada por el Doctor Leonardo Lomelí Vanegas, autor de importantes textos que, en obvio de términos, hacen un talentoso recorrido desde la Restauración de la República (1867) hasta la expropiación petrolera (1938), en el que los condimentos de la economía política y la filosofía hacen acto de presencia.
La nutrida, amena y valiosa obra de Lomelí que, en la conclusión de su más reciente libro, anuncia el próximo examen de lo que Anatol Shulgovski denominó México en la encrucijada de su historia (1968, Ediciones de cultura popular), la sucesión presidencial de 1940; esa ocupación intelectual habrá de continuar su propia historia, vinculada con otra de extraordinaria relevancia política y social. Es el actual rector de la Universidad Nacional Autónoma de México; dicho de otro modo, el alcance multidimensional de la generación de Lomelí tiene, todavía, mucho por delante. Y es un gran placer que la conducción de nuestra Máxima Casa de Estudios esté en manos de un erudito.
Esta entrega concluye con la invitación a la presentación de su más reciente obra, Revolución y reconstrucción. La economía política del México posrevolucionario, 2024, UNAM-Siglo XXI Editores. El próximo 18 de marzo (¡qué fecha!), a las 12:00 horas en el Centro Cultural Universitario (Velaria), de la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco. Vale la pena.