Federico Novelo U.1
“Los economistas de la corriente principal tal vez deberían reexaminar sus creencias fundamentales, o tal vez necesitemos una nueva “corriente principal” por completo” (James K. Galbraith, Proyect Syndicate, 15 /XI/ 2023).
El cúmulo de hechos, de ayer y hoy, en los que los diagnósticos y, sobre todo, los correctivos que impone la sabiduría económica convencional, como John K. Galbraith llamaba al mainstream, desde la Ley de Say hasta la versión actual de la Teoría Cuantitativa de la Moneda, pasando por la Curva de Phillips, nos recuerdan la poco saludable afición de los practicantes de la disciplina por erradicar a la enfermedad matando al paciente.
La decisión de “producir” un desempleo abierto superior al 6 %, para provocar la caída de la inflación en los Estados Unidos, mediante una política monetaria dura, en el último par de años, cae dentro de esa petulante aspiración de convertir a la disciplina en ciencia –exacta, por añadidura- con la que Alfred Marshall la metamorfoseó de economía política en economía a secas.
Además, como ha pasado con la mayor parte de las bancas centrales autonomizadas durante los años noventa del siglo pasado, la economía que ahí domina solo está capacitada, es un decir, para explicarse la inflación invariablemente desde el lado de la demanda y con arreglo a los incrementos en la cantidad de dinero.
1 Profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM, México).
Aún si proviniera de la demanda, no se cuenta con los conocimientos, ni la disposición, para –por ejemplo- acompañar a Randall Wray y a Yeva Nersisyan en la comprensión de la inflación como “… resultado de un exceso de gasto y no, per se, de un exceso de dinero, aunque por lo general se confundan uno con otro. La forma en que se “financia” este gasto no determina su impacto inflacionario” (Comprender el dinero y la política macroeconómica, en Jacobs, Michael y Mariana Mazzucato (editores), 2023, Futuro. Otro capitalismo tiene que ser posible. Pensar por fuera de la ortodoxia, Siglo veintiuno editores, México, p. 93).
Mucha menos capacidad cognitiva se pone al servicio de intentar comprender una inflación proveniente de la oferta, como la que está en retirada. Ignorar la inelasticidad de la oferta que se evidenció en el embotellamiento sufrido en las cadenas globales de suministro durante la pandemia, consistió en la repetición de la costumbre neoclásica de padecer la ceguera voluntaria que le caracteriza.
La colocación de un supuesto –generalmente carente de realismo- en el sitio que debiera ocupar una explicación, la falta de previsión de la Gran Recesión, el alumbramiento lamentable e imprudente de la austeridad, la ignorancia sobre el previsible efecto perverso de las sanciones a Rusia y el mal diagnóstico y peor “remedio” de la inflación 2021-2022, parecieran fracasos suficientes para inclinarnos a favor de una nueva economía dominante, despojada de taras tan notables y de los impresentables intereses políticos que aún la sostienen.