Dos palabras de las que nada puede decirse, ni criticarse, ni alabarse. Si bien es una frase que es dable juzgarla inocua, puede llegarse a considerar por la razón empleada, que no es una expresión inocua, sino inicua.

Una sola vocal, cambiar la “o” por la “i”, implica una gran diferencia.

Todo lo anterior lo menciono por la expresión de nuestra Presidenta en una de sus conferencias mañaneras, cuando a la pregunta que se le formuló de qué opinaba del Premio Nobel de la Paz, otorgado a la señora María Corina Machado, respondió que, como ya lo había manifestado con anterioridad, solo decía: “sin comentarios”.

En el caso que comentamos, por las circunstancias que han rodeado este hecho, y de las que nos hemos enterado por los medios de comunicación, me atrevo a afirmar que esas dos palabras expresadas juntas. Más que inocuas, son inicuas, palabra que, según el diccionario de la lengua española, y atendiendo a su raíz etimológica, sirve para calificar lo que es contrario a la equidad, y la equidad es la virtud de aplicar la justicia al caso concreto.

Ahora bien, por encima del análisis gramatical de esas dos palabras, se encuentra una verdad a mi juicio grave para nuestro gran país. La recién galardonada con esa distinción se ha distinguido por ser una luchadora valiente en contra del dictador que se ha eternizado en la presidencia de Venezuela, y que ha eliminado a todo aquel venezolano que se haya atrevido a estar en desacuerdo con sus decisiones arbitrarias y en contra del Derecho, como cuando no reconoció su derrota electoral.

Entendemos bien que la fracción X del artículo 89 de nuestra Constitución Política, que afortunadamente no ha sido reformado por la 4T, establece las facultades del Presidente de la República, y obliga a que deberá observar “la autodeterminación de los pueblos y la no intervención”.

Haber felicitado a una mujer latinoamericana que tuvo esa distinción no vulnera esas directrices. Lo que sí atenta contra esos principios es intervenir en el gobierno cubano contratando médicos cuyos sueldos se le pagan al gobierno, enviarles petróleo y publicarles gratuitamente libros de texto para sus escuelas, con erogaciones muy importantes del presupuesto federal. Esa postura, nos orilla a pensar que nuestra Presidenta ve con simpatía al dictador Maduro.

Otra mujer que recibió el mismo premio fue Rigoberta Menchu en 1992, quien en su natal Guatemala se había distinguido por luchar en contra de las arbitrariedades y violaciones a los derechos humanos de su gobierno, semejantes a lo que sufren los venezolanos. El presidente mexicano entonces, Carlos Salinas, sin violar esos principios, la felicitó por esa distinción internacional.

Nuestra Universidad instituyó una cátedra con su nombre y quien fuera brillante director de la Facultad de Derecho, el doctor Raúl Contreras Bustamante, a quien sucedió una destacada docente, la doctora Sonia Venegas Álvarez, la incorporó como integrante del cuerpo docente de esa institución.

Confiemos en que la frase de la doctora Sheinbaum no entrañe ninguna motivación inicua que sería en contra de lo que los mexicanos hemos luchado siempre, para tener una Patria con justicia y respeto que garantice el progreso social con equidad.

Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM

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