El pasado domingo, ante una Plaza de la Constitución llena de personas acarreadas, o como decía López Portillo, trasportadas, que debe haber costado miles de pesos o varios millones, en donde como lo señaló el líder Monreal, solo asistieron 50 de 253 diputados, no obstante que hasta se alquilaron camiones para que los acarrearan de la Cámara al Zócalo, nuestra Presidenta, con voz vigorosamente convencida, así se le oía, afirmó: “Estoy segura que vamos por el camino correcto”.

Yo me pregunto y con respeto le expreso: ¿qué entiende por “camino correcto” y ese camino que dice es correcto a dónde nos lleva? Cito el refrán popular de que “se mira la paja ajena en el ojo ajeno, y no la viga en el propio”.

Me formulo la pregunta de qué sucedería si el comportamiento de los morenistas ellos no lo protagonizaran, sino contemplaran que era la conducta de los priistas, panistas o cualquier otro ciudadano que no fuera adorador de la destructora 4T.

¿Es loable, así lo entiendo por las palabras de la doctora Sheinbaum, una reforma judicial amañada, tramposa y con el fondo musical de un acordeón para imponer jueces, magistrados y ministros que con su llegada patrocinada por el Ejecutivo atentan contra la constitucional división de poderes?

¿Es digna de alabanza la reforma a la Ley de Amparo, institución creada para defender a los particulares de los actos equivocados o deliberadamente arbitrarios de la autoridad?

¿Podemos sentirnos orgullosos de un senador que además de amasar —cuando era aspirante a la candidatura presidencial— más de setenta millones de pesos; nombró como responsable de la seguridad pública en el estado en que gobernaba a un conspicuo delincuente? Ante esto, la Presidenta solo dice que debe informar. Si alguien me está leyendo, imaginen conmigo lo que estarían haciendo ante estos desvergonzados y repugnantes hechos, Morena si fuera oposición. A ese senador se le estaría penalmente procesando para que demostrara su inocencia, o fuera recluido en un reclusorio.

Y ya que hablamos de senadores, ahí tenemos a Fernández Noroña, quien cínicamente ha dicho que nada tiene que transparentar cuando viaja en un avión privado porque iba a varios actos a informar de su actividad legislativa, cuando no existe una sola iniciativa presentada por él.

La Presidenta solo le pide, con comedimiento, informe de sus viajes al extranjero en primera clase, como también de su residencia morelense. Los hechos de mayor corrupción los encontramos en los negocios de los que nos enteramos por las redes sociales, y algunos medios, de las operaciones mercantiles de Andrés Manuel López Beltrán, hijo de quien se llamó encarnación de la “honestidad valiente”.

Comenzó el conocimiento de todas sus triunfadoras operaciones económicas con su viaje a Japón, y que si bien se hospedó en un hotel con el desayuno incluido, tenemos que anotar que ahora se presume su participación en el huachicoleo, delito contra la economía nacional en donde también están involucrados almirantes familiares políticos del anterior secretario de Marina.

Ante este nauseabundo panorama en su discurso del domingo 5 de octubre, la Presidenta temerariamente afirmó su cercanía con López Obrador. Por eso, si este es el “camino perfecto” para México, pensemos que es para instaurar una dictadura enriquecida, aniquiladora de la Patria.

Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM

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