Después de las declaraciones del miércoles del Presidente, en las que sin ningún recato, ni respeto a nuestro Estado de Derecho y a nuestra Constitución, reveló que cuando era Arturo Zaldívar el Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, le hacía recomendaciones “con respeto y respetando la independencia judicial” y el Ministro lo escuchaba y daba las instrucciones pertinentes para obsequiar los deseos presidenciales.
Al escuchar esa afirmación en la conferencia matutina me preocupó la ignorancia jurídica de López Obrador, pero más, su falta de institucionalidad para manejar la elevada responsabilidad que le fue conferida. No cabe duda se siente el dueño y el hacedor del presente y del futuro del país.
En su intervención se atrevió, si es un atrevimiento, a criticar a la actual digna Ministra Presidenta, Norma Lucía Piña Hernández, diciendo que con ella las cosas son distintas y se protege a los delincuentes. Estoy cierto que no conoce las formas que deben de cumplirse en la administración de justicia y que es lo que garantiza el debido proceso legal, y que su incumplimiento, acarrea consecuencias graves, y que por eso, los Ministerios Públicos deben ser muy cuidadosos de los términos y los modos de conducirse.
Pero todavía más grave es el comportamiento de Arturo Zaldívar. Su proceder, de ser cierto, y no tengo otros datos para dudarlo, después de haber escuchado al Titular del Ejecutivo, refleja que nunca entendió la importancia de ser ministro, y más presidente de la Suprema Corte.
Pero además de no haberlo entendido sometió la independencia de ese poder a los deseos del Presidente, y también muy grave y digno de las mayores críticas, abandonó su elevada magistratura para irse a una campaña política con la ilusión y esperanza, que ojalá no se cumpla, de que la candidata a la que ahora sirve gane el 2 de junio próximo.
Sin embargo, sus ambiciones no son solo políticas, sino también económicas, nuestro compañero Salvador García Soto, en estas mismas páginas, publica sus pretensiones económicas cuando abandonó su elevado sitial para ir a hacer sonar matracas en la campaña presidencial.
Sus pretensiones económicas además de que no fueron menores y sin sustento, en nada son congruentes con la supuesta política de austeridad del actual gobierno.
A este artículo le llamé “Arturo el Ministro Impuro”, recordando a otro Arturo, el del poema escrito en 1915 por el potosino Guillermo Aguirre y Fierro titulado “El brindis del Bohemio”, en donde relata que al final de una reunión de jóvenes, en la que todos hicieron algún brindis, Arturo, que era otro asistente, a quien el autor llama “el bohemio puro, de noble corazón y gran cabeza” brinda por su madre, después de que otros lo habían hecho por la esperanza, las flores, la Patria. Ese Arturo era puro, este es ejemplo de impurezas.
El comportamiento interesado de Zaldívar no nos debe extrañar, innecesariamente, para congratularse con el Presidente habló mal de Felipe Calderón, que fue quien lo propuso para que fuera ministro.
A su comportamiento interesado, el aspiracionista, sin importarle lo que deba hacer para lograrlo, debemos agregar su deslealtad, su ingratitud. Esperemos que pasen unos años para que escuchemos críticas a quienes hoy les rinde pleitesía y reverencias.
Mirando su proceder es que estimo que más que haber sido Ministro y Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, debió haber trabajado en la Tremenda Corte al lado de Tres Patines.
Sus compañeros de la Libre de Derecho, donde estudió la licenciatura, deben sentirse avergonzados, como muchos de la Facultad de Derecho, donde estudió el doctorado, nos sentimos igual.