En el contexto de las amenazas y próxima llegada de Trump al poder, México enfrenta un complejo desafío en materia migratoria: el retorno de numerosos contingentes de connacionales que, después de años en Estados Unidos, vuelven al país en condiciones de extrema vulnerabilidad. A diferencia de sus homólogos, una de las particularidades de las deportaciones realizadas por Trump en su anterior mandato, fue el aumento del 40% de retornos de personas “in land”, es decir, que llevaban residiendo muchos años en las regiones internas de Estados Unidos. Este cambio cualitativo -que se espera retome en este periodo- refleja una política migratoria discrecional, más agresiva e inmiscuida, ya que desarticula el tejido social y se enfoca en personas que no necesariamente tienen antecedentes criminales ni representan un peligro para la sociedad, sino que criminaliza y persigue a quienes aún no tienen sentencias judiciales, violando el principio de inocencia y dejando a muchos connacionales en una situación de alta vulnerabilidad.

Está claro que la primera ayuda que nuestros migrantes requieren es la asesoría y acompañamiento legal preventivo con la finalidad de defender su permanencia en la Unión Americana, sin embargo ante el carácter inevitable de las deportaciones hay que tener un plan.

Una vez retornados, los desafíos de los migrantes abarcan desde aspectos intangibles, como el daño emocional y psicológico, hasta cuestiones más prácticas, como llegar a México sin documentación oficial que les permita realizar trámites básicos, problemas económicos y de reintegración. Más allá de ser un proceso administrativo, la deportación implica la ruptura de una vida construida: familias separadas, patrimonios abandonados y el desafío de readaptarse a contextos frecuentemente ajenos. Para mitigar este impacto, es fundamental dar prioridad a la atención psicológica de las personas retornadas y facilitar el mantenimiento del vínculo con sus familiares que permanecen al otro lado de la frontera.

En términos culturales muchos retornados, especialmente niños y jóvenes, enfrentan el reto de adaptarse a un país que les resulta extraño. Algunos no hablan español o lo hacen con dificultad, lo que los expone al acoso escolar y dificulta su integración educativa. A pesar de las reformas legales para facilitar la revalidación de estudios, el sistema educativo aún enfrenta grandes obstáculos para integrar esta población.

El modelo de reinserción debe ser holístico y diferenciado, capaz de responder a las distintas realidades de los retornados. Por ejemplo, aquellos que vivieron solo algunos años fuera requieren un tipo de apoyo distinto al de quienes pasaron décadas en Estados Unidos y han perdido la conexión cultural y lingüística con México. Un aspecto clave es la implementación de mecanismos de certificación de habilidades adquiridas en el exterior y generación de alianzas para facilitar la integración laboral.

El enfoque de las políticas de retorno debe ir más allá del simple acto de recepción. Esto implica abordar no solo las necesidades inmediatas, como vivienda y empleo, sino también fomentar la creación de comunidades inclusivas y empáticas, donde se combata el estigma y la discriminación, elementos clave para asegurar una reintegración exitosa.

Asimismo, es fundamental reconocer que la creación de una cultura de inclusión requiere la participación activa de la sociedad civil, los medios de comunicación y el sector privado, sin delegar toda la responsabilidad únicamente a las instituciones públicas.

Paralelamente, México debe garantizar que los derechos de sus connacionales sean respetados durante los procesos de detención y deportación en Estados Unidos. Esto incluye fortalecer los servicios consulares, ampliar el presupuesto del Instituto Nacional de Migración y de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, así como establecer mecanismos de cooperación para una gestión migratoria más ordenada y humana.

La reintegración de los retornados debe verse como una inversión en el capital humano que aportan, aprovechando su experiencia, habilidades lingüísticas y laborales y conexiones. Con un enfoque integral y voluntad política, México puede convertir el reto del retorno migrante en una oportunidad para fortalecer la inclusión y la resiliencia social.

@EuniceRendon

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