Los últimos años ha habido un crecimiento en el consumo de fentanilo en México, particularmente en ciudades fronterizas del norte. Los focos más visibles se encuentran en Baja California, Chihuahua, Sonora y Sinaloa. El fentanilo se ha vuelto una de las actividades más lucrativas para las organizaciones criminales. A diferencia de otras drogas, su producción no depende de grandes cultivos, se elabora con precursores químicos en laboratorios de bajo costo operativo. Además, siendo 50 veces más potente que la heroína, puede trasladarse en pequeñas cantidades con gran valor de mercado.

De acuerdo con Luis Esparza, director de RAIBU, Centro de Tratamiento para las Adicciones en Chihuahua, la mayor parte de quienes llegaban a su centro lo hacía por consumo de alcohol, mariguana, cocaína o heroína. Pero de unos años para acá lo hacen por metanfetaminas como el cristal; llegan muy inestables y descontrolados a nivel neuroquímico, con la “malilla” como llaman al síndrome de abstinencia, agresivos y capaces de lastimarse a sí mismos o a los demás. El tratamiento que se les brinda es bajo un modelo mixto e integral considerando componentes de salud mental, física, espiritual y familiar, como explica la psicóloga Marylin Miranda.

No obstante, desde hace un año comenzaron a notar comportamientos atípicos en usuarios de cristal: llegan menos agitados, con apetito y somnolencia. Al aplicar pruebas de detección de sustancias identificaron rastros de fentanilo mezclado con otras drogas sintéticas. La mayoría de las personas que dieron positivo desconocían haberlo consumido. Clínicamente, los casos con presencia de fentanilo muestran un mayor deterioro cognitivo: llegan en estados psicóticos severos y tardan más en salir del síndrome de supresión. Mientras que con otros estimulantes se logra contacto inicial en pocos días, estos pacientes continúan por más tiempo con ideas delirantes y pensamiento desorganizado. La mezcla de un estimulante (como las metanfetaminas) con un depresor del sistema nervioso central (como el fentanilo) tiene efectos neurológicos contradictorios y devastadores.

Las historias se repiten en los centros. Juan, de 24 años, empezó a consumir a los 11 años. Su padre era alcohólico y violento, y su madre, cuando no trabajaba tomaba pastillas para dormir. En secundaria él ya consumía mariguana y las pastillas de su madre, después conoció la piedra, la cocaína y el cristal, que lo hacía sentir seguro, confiado y poderoso, volviendo su consumo cada vez más frecuente y adictivo. Perdió el trabajo, se salió de su casa, y llegó a vender drogas y a vivir en la calle. Hoy está en su tercer proceso de rehabilitación e intenta lidiar con la culpa por no haber acompañado a su madre en sus últimos momentos de vida. Cada vez que regresa a rehabilitación los daños son más severos.

Oscar llegó por consumo de cocaína cortada con fentanilo. Esta mezcla desató en él una celotipia que lo llevó a agredir a su pareja y fue internado contra su voluntad. Abandonado por su padre, creció en un albergue por la incapacidad de su madre de mantenerlo. Tiene 29 años y lleva 12 consumiendo. Comenta que encuentra en la droga un refugio contra el sentimiento de soledad, incluso estando con su pareja.

El caso de las mujeres es peor. Aunque ha aumentado el consumo en este sector, sus familias no las quieren internar porque se encargan de los cuidados en el hogar y porque existe un estigma mayor con este grupo poblacional.

La mayoría de los casos de consumo de metanfetamina, cocaína e incluso mariguana están estrechamente ligados a trastornos mentales, especialmente depresión. Esto exige un enfoque integral de tratamiento que combine intervención psicológica con atención médica especializada y manejo farmacológico. Sin atención integral, el riesgo de recaída es alto y el proceso de recuperación se vuelve insostenible. Asimismo, urge trabajar en políticas de post internamiento y reintegración.

Frente al aumento en el consumo de drogas sintéticas como el cristal y el fentanilo, la política de drogas en México aún presenta áreas de oportunidad. La Comisión Nacional de Salud y Adicciones ha centrado sus esfuerzos en la prevención, sin embargo, se requiere fortalecer el componente de tratamiento y el de reducción del daño, al tiempo de aumentar recursos para apoyar a centros certificados que cumplen con la NOM-028-SSA2-2009.

@EuniceRendon

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