“Pedir perdón es necesario, pero no basta”. —Papa Francisco

Jorge Mario Bergoglio, el primer Pontífice latinoamericano que atrajo la atención de muchas personas en el mundo por su humildad y su genuina preocupación por los pobres y migrantes falleció el pasado 21 de abril a los 88 años en su residencia de la Casa Santa Marta en el Vaticano. El Papa Francisco además de dejar un legado de una Iglesia más universal fue una figura clave en la diplomacia internacional mediando en conflictos y promoviendo el diálogo interreligioso.

La transformación que logró llevar a cabo de la Iglesia es de un enorme impacto y magnitud.

Su pontificado estuvo marcado por cambios profundos en el enfoque pastoral, la estructura eclesial y la actitud frente a temas sociales y globales.

La implementación de una profunda reestructuración de la Curia Vaticana, el órgano administrativo central de la Iglesia, le generó tensiones y enemistades al promover reformas que desafiaron estructuras de poder muy arraigadas. Expertos en estos temas reconocen, a lo largo de su pontificado, las resistencias internas a las que se enfrentó con la oposición del sector más conservador —de cardenales y altos funcionarios vaticanos— contra varias de sus reformas.

La apertura pastoral hacia los divorciados vueltos a casar y su enfoque sobre la moral sexual, la reorganización de dicasterios que implicó la pérdida de poder y prestigio para muchos funcionarios de carrera, la centralización de la gestión económica y el impulsar la transparencia financiera provocaron un cisma y escándalos de personajes influyentes como el del cardenal Angelo Becciou condenado por el Tribunal del Vaticano a cinco años de prisión por fraude fiscal, malversación de fondos y abuso de poder. Francisco lo suspendió despojándolo de sus privilegios asociados al cardenalato y ahora vuelve a ser noticia al querer participar en el próximo cónclave. Los datos importantes para comprender la transformación llevada a cabo por Francisco seguramente aflorarán en la ruta para elegir a su sucesor; en su pontificado designó a 142 cardenales y pronto se observará si hay una línea de continuidad o si los conflictos latentes logran ahondar esa fisura en la esfera púrpura que desencadene una alteración rápida, repentina y significativa.

El entorno global marcado por múltiples tensiones y transformaciones profundas que van desde las tecnológicas, políticas, sociales, económicas-arancelarias y climáticas no son en la actualidad un buen escenario en la geopolítica y sus múltiples conflictos.

Los cambios bruscos suelen generar reacciones emocionales intensas, resistencias e incluso crisis y el mejor ejemplo es la volatilidad e incontinencia verbal del presidente estadunidense que ha desencadenado una reacción global y transversal difícil aún de pronosticar su resultado.

La figura del Papa, más allá de creencias religiosas e ideológicas, es clave en un mundo convulso porque representa algo único; una voz global con autoridad moral, alcance diplomático y liderazgo espiritual y sin ambiciones de poder político directo. Su influencia, como se vio en los doce años de pontificado de Francisco, logró trastocar lo ético, lo humano y lo civilizatorio.

El próximo cónclave que designará a un nuevo Papa también ilustrará sobre los intereses concretos, el poder real y las estrategias pragmáticas de la Iglesia Católica en esta coyuntura.

El Papa ejerce un poder blando pero profundo, su influencia no radica en imponer sino en convencer y condicionar narrativas políticas.

Y en la realpolitik esto no es menor: Quien controla el relato muchas veces controla el curso de los hechos.

@GomezZalce

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