El canto de las sirenas ha sido mencionado en fábulas, producciones cinematográficas e incluso populares canciones. Para aquel que lo escucha, las consecuencias son desastrosas, y ahora lo escuchamos en el boxeo. Perdón, lo están escuchando algunas personas en el boxeo y eso tiene consecuencias. Dicen bien: “No todo lo que brilla es oro”.

Con la reciente controversia acerca de si le hicieron un desaire al cinturón del Consejo Mundial de Boxeo y —por consiguiente— a todos los demás organismos, mi intención es no abonar a esa polémica, por la sencilla razón de que no estuve presente en Nueva York y, por si fuera poco, no he tenido la oportunidad de conversar con Canelo Álvarez y Eddy Reynoso.

Mi enfoque va más allá del sonado momento cuando Álvarez y Scull se ven cara a cara por primera vez en la Gran Manzana, y aquí sí puedo opinar basado en los más de 50 años consumiendo boxeo y las casi tres décadas cubriéndolo.

¿Pelean por todos los títulos o no? En mi opinión, tanto Canelo como Scull se equivocaron, pues debieron orgullosamente portar los cinturones que se han ganado con tanto esfuerzo y sacrificio en el encordado, independientemente de los que presentó Turki Alalshikh, quien no puede borrar de golpe la historia del boxeo. Lo puede apoyar y, de hecho, lo está haciendo mejor que nadie, pero yo no entendería al pugilismo hoy por hoy sin los organismos y sus cinturones, esos que con honor se han ganado y defendido las estrellas del firmamento boxístico. ¿Que tiene que haber cambios? ¡Por supuesto que sí!

No hay duda de que Turki Alalshikh es lo mejor que le ha pasado al boxeo desde que yo tengo uso de razón, el apaciguo los grandes egos del pugilismo. Sólo espero que el ego de él no sea más grande que los del deporte en sí.

De Canelo, el rostro del boxeo hacia abajo, todos y cada uno de los campeones deben valorar y “defender a muerte” (como en el ring) lo que a puños se ganaron, y si viene la era de un solo cinturón, ¡Bienvenida! Pero que el sello sea la unidad, no la imposición.

Turki cumplió. Creo fervientemente que, tanto organismos, promotores y algunos peleadores, le entregaron todo a Turki Alalshikh, quien es el menos culpable. Él prometió organizar las peleas que la gente pedía, prometió mejora en la paga y advirtió que cambiaría al boxeo, y lo está haciendo, pero la avaricia les ganó a algunos y les fijaron su precio. Contra eso, ya nada se puede hacer, ya es demasiado tarde para recular.

Unamos fuerzas con Turki Alalshikh, pero no nos subordinemos, y en cuanto a los organismos, tienen que recapacitar ya, reestructurarse y abrazar al futuro, pero —sobre todo— entender que, así como la mayoría de los campeones respetan a los cinturones, ellos deben respetar al boxeo y a lo más importante, al público. ¡Aguas con el canto de las sirenas!

@ErnestoAmador

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