La presidenta de la República lo dice. Ratifica. Subraya. Reitera. Se define sin ruborizarse. Con falacias. Mentiras. Descaro. Indubitablemente.

No romperá con quien le heredó el país.

“Se han empeñado en separarnos, en que rompamos, pero eso no va a ocurrir, porque compartimos…”, puntualiza.

Todo está dicho. No pondrá distancia con su antecesor por ella. No por ahora.

Empero, las cosas cambian. Las decisiones de un momento se alteran. Máxime cuando hay factores ajenos. Imprevisibles. Incontrolables. O calculados más allá del deseo propio.

Claudia Sheinbaum cumple un año en el cargo. López Obrador llega a siete años ejerciendo el poder presidencial ininterrumpidamente.

Legalmente, este le pertenece a ella. La ciudadanía se lo otorgó en las urnas. Él lo usurpa. Lo usufructúa porque ella se lo permite. Lo que se concede voluntariamente no se reclama.

La primera. La gran víctima será ella. Así lo quiere. Será arrastrada hasta donde él se encuentra. Ni uno ni otra estarán al lado de los próceres mexicanos.

La fórmula binaria les ha funcionado. Ella está al frente. Él se mantiene atrás. Él decide. Ella realiza. En una sola línea: la destrucción de la República. El país pagará las consecuencias.

El poder presidencial en México, que histórica. Cíclica. Tradicionalmente no se comparte. Ni se divide. Ni se presta, en la actualidad es bicéfalo. Subrepticia. Subterráneamente. En rigor, sólo tiene un cerebro. Maléfico. Enfermo. Desquiciado.

El ex presidente es quien le da contenido. Sentido. Propósito. Peso. Ella se limita a anunciar. Promocionar. Alentar lo que procede. Envuelto en la “filosofía” de su antecesor.

Muy pocos tienen duda de “quién manda aquí”. El desacreditado discurso presidencial de hoy para negarlo, no resiste la fuerza. Las evidencias de la realidad. Lo confirman abrumadoramente los hechos. Se reconfirma en el discurso.

Dos ejemplos, con innumerables. Insospechados vasos comunicantes, dan cuenta de eso:

1).- La casi totalidad del equipo que le impuso AMLO, comenzando por los funestos líderes del Congreso: López y Monreal --¡ni qué decir del Changoo León!--, es abominable. Pero inamovible. 2).- La explosiva corrupción, que exhiben con impudicia inusitada tomboleros y huachicoleros, sigue intacta.

Sheinbaum no ha podido sacudirse a uno solo del amplio grupo de perversos. Ambiciosos. Malignos que le hacen daño y la detestan. Ni ha frenado el saqueo a las arcas públicas que se da en todos los niveles de gobierno.

Sus “acciones”. Decisiones. Declaraciones no llegan ni a la intención de molestarlos. Cuanto diga, los tiene sin cuidado. La ignoran. Subestiman. Búrlanse de ella sin consideración alguna.

Saben que, por la influencia. Decisión. Conveniencia del ex presidente, nada hará en su contra. No son pocos los que, incluso, actúan por encargo de él. Para probarle. Recordarle que la tiene en un puño. Bajo control total.

Su coartada es consistente: cualquier crítica que se haga al morenismo y a sus más conspicuos integrantes, se responde como si fuese un ataque al proyecto del número y la letra. Al “pueblo” que lo creó y lo sostiene.

Mejor escudo para el huachicolero de la política, Andrés Manuel López Obrador, no se puede encontrar.

A ella sólo le corresponde asegurar. Remarcar. Insistir en que todo ha cambiado. Que todo está muy bien. Que el país se halla en la ruta correcta. Que le irá mejor.

En su mensaje por el primer aniversario de vivir en Palacio Nacional, así lo hizo tragar a los miles de acarreados que fueron a vitorearla por dádivas al centro del poder político:

“En este México nuevo la honestidad no es la excepción, es la regla, y quien traicione al pueblo y robe al pueblo, enfrentará la justicia. El poder no es para enriquecerse, es para servir con humildad...”

En esta parte de su alocución le faltó una piedra angular: la de no mentir. Según su predecesor. Según ella. Es, precisamente, el factor sobre el que han gobernado.

Nadie tampoco, hasta ahora. Ningún traidor. Ningún ratero morenista, enfrenta la justicia. Si ella habla para el futuro, como es costumbre, nada va a suceder.

A su pregunta: “¿de qué sirve el dinero mal habido si con él se pierde la reputación y el legado?”, los potentados de su partido le responden con los excesos. Lujos. Exhibición de sus riquezas que aman y no dejarán. La reputación y el legado les importa un bledo.

Si la presidenta fuese mínimamente congruente. Si tuviera un poco de honestidad intelectual. Si respetara sólo un poco la inteligencia ciudadana, todos los presuntos criminales que se hicieron multimillonarios en el anterior sexenio

y siguen amasando cuantiosas fortunas en el actual, estarían bajo investigación o en la cárcel.

¿Cuántos delitos se han denunciado en vínculo con prominentes integrantes de su partido sin que alguno haya sido llevado ante la justicia?

¿Cree que la mayoría de la población no identifica al gobernador Rubén Rocha Moya y al líder del Senado, Adán Augusto López Hernández --para no hacer una lista larga con los últimos casos-- como presuntos criminales?

Ellos, entre toda la banda morenista, son de las hechuras más perniciosas de AMLO. Son las mejor guardadas. Las que más defiende. Porque conocen. Son peligrosos. Eventualmente habrían participado en maniobras criminales.

Si esos personajes sólo son compromiso de él, ella no tiene por qué asumir la defensa que por meses ha hecho de ellos y de decenas de rufianes que pueblan el gobierno. Todas las instituciones. Todos los ámbitos. El país entero.

Frente a esa inobjetable realidad, la presidenta se engaña conscientemente. Si cree que engaña a millones de mexicanos, sólo se engaña a sí misma.

La pulverización de las máxima morenistas creadas por AMLO de no robar. No traicionar. No mentir, se apoyan. Sobreviven en el gastado. Aburrido. Desacreditado, pero todavía eficaz, modelo de comunicación de Sheinbaum. En sus programas electoreros.

Las encuestas, realizadas entre unos miles de personas, que se venden. Se hacen pasar como si fueran reflejo total del sentimiento. Percepción. Voz del país, es una poderosa razón que, favoreciéndola, le impide la osadía de aspirar a detentar la soberanía personal que debiera.

Ella es titular del Poder Ejecutivo. Él, quien dispone que se haga su propia voluntad. Escogió a quien mejor podía obedecerlo. Acatar su voluntad. Mantener la vesánica visión de su movimiento.

El patológico afán de convertir la democracia en tiranía es de los dos. De él por haber iniciado ese proceso. De ella por darle continuidad acelerada. Enfebrecida. Radical. Su obra para desinstitucionalizar. Desnaturalizar. Descarnar al Estado concluirá con la reforma electoral.

Con la situación tan acentuadamente color de rosa que tiene la “nueva”. Abusiva. Jactanciosa y corrupta élite desgobernante, no hay ningún motivo para cambiar de rumbo.

Claudia Sheinbaum no tiene el propósito. Ambición. Deseo de imprimirle un sello diferente. Personal. Propio, a su gobierno. Tristemente, se conforma con el rol que escogió. Decidió. Dispuso su padre político para ella.

Contra el interés de la sociedad. De México. De ella misma, ha decidido protegerlo. Encubrirlo. Cuidarlo.

Sin reservas, hace pública esa determinación. Se ufana de ella. Lo hace en nombre de todos.

Como si no fuera el mayor causante del desastre que vive México. De la Depravación de la clase política. De la descomposición de la sociedad.

Si algo se puede creer a la presidenta, es su categórica. Contundente. Absoluta convicción de no romper con Andrés Manuel López Obrador. Nadie puede poner eso en duda.

Pero justo en eso es en lo que menos puede tener ninguna seguridad. Certeza. Confianza definitiva.

Ella puede mandarse sola en México. Pero hay otros poderes. Otras manos. Voluntades. Visiones, capaces de modificar sus planes.

Su inamovible. Inflexible. Irreductible postura de no tomar distancia de López Obrador, eventualmente ya habría sido leída. Estudiada. Valorada en Estados Unidos.

La respuesta podría estar contenida en el anuncio del Departamento de Justicia, que autorizó ataques letales contra una lista secreta de cárteles. Podrían empezar en México.

De donde se seguiría que, a no pocos huachiocoleros, empezando por Andrés Manuel López Obrador, la comodidad de la lealtad presidencial, se les podría convertir… en el infierno de la letalidad.

Línea de Fuego

Autoridades que no son capaces de ordenar que sea detenido cualquier criminal en flagrancia, se convierten en sus cómplices. Es lo que, con justa razón, se dice de Clara Brugada, César Cravioto y Pablo Vázquez, que dejaron hacer y deshacer a delincuentes el 2 de octubre. Los atentados que han cometido encapuchados contra la UNAM siguen sin aclararse. Igual que los asesinatos de colaboradores de la “jefa de gobierno”. Así llega a su primer año… ¿Cuántos de los asistentes que se concentraron en el centro de la ciudad por el primer año de la presidenta lo hicieron voluntariamente? ¿Cuántos millones costó su movilización? El culto a la personalidad es más ostentoso. Descarado. Caro, que en los tiempos que los tomboleros y acordeoneros critican para justificarse… “Encorralamiento”, lo llama Monreal. “Enchiqueramiento”, es lo que millones de ciudadanos ofendidos por él y muchos morenistas desean fervientemente… El ambicioso Saúl desafía a la presidenta con la supuesta firmeza de ser candidato a gobernador en Zacatecas. En realidad, es un instrumento de su hermano mayor para presionarla. Recordarle a esa “honorable” familia el expediente negro que tiene, bastaría para doblarla y sacudírsela… Por sus continuos desaciertos. Excesos. Prepotencia. Incluso sospechas de malos manejos que refieren sus propios colaboradores, la secretaria general de la UNAM, Patricia Dávila, se ha convertido en una pesada carga para el rector,

Leonardo Lomelí. La pregunta que nadie logra despejar es: ¿por qué la consiente y la tolera? ¿Hasta cuándo?

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