Con todo lo determinante que son por la capacidad y la calidad definitoria y definitiva; legal y legítima que los hacen incuestionables, los números que convierten a Claudia Sheinbaum Pardo en la primera presidenta de la República no son lo más importante.

Lo verdaderamente trascendente es que ella es y será un hito como la Primera Mujer Tlatoani de México, encarnación misma de todo el poder del Estado… ¡en 700 años!

Con ella se marcará, políticamente, un antes y un después. En lo sucesivo, en México se datarán los hechos con a. C. y d. C.

Como desde la Era Cristiana (a. C. / d. C.), en este país se hablará de una división del tiempo a partir de los gobernantes que ha tenido: únicamente hombres durante toda su historia, que abarca siete centurias, y una mujer en la tercera década del Siglo XXI.

Para ser completa —y no puede ser de otro modo—, la historia del país se tiene que fechar desde su inicio como reino precolonial; es decir, en 1325. Ese es el inamovible punto de partida oficial de su existencia.

Afirmar que será gobernado por una mujer después de 200 años es un error; significa olvidar la mitad de un milenio.

Es obligado tomar en cuenta este periodo, pues en él están las raíces de lo que somos; el carácter y la identidad; los ideales y los anhelos, el todo de la nación; en él se halla su innegable e insoslayable nacimiento-sometimiento y su liberación-evolución hasta nuestros días.

Con todos los grandes cambios que se han registrado a lo largo del tiempo en el país, esos cinco siglos siguen siendo una parte esencial del espíritu y del ser de la colectividad y de la patria. Son y serán un amalgama indisociable y perenne.

Una simple operación aritmética permite afirmar que, de 1325 a la fecha, han pasado siete siglos y que en todo ese lapso el timón del poder político en México ha estado solamente en manos de hombres.

Pero también es indudable que, a partir de la Independencia, Guadalupe Victoria fue proclamado primer presidente de la República el 10 de octubre de 1824, lo que, a la toma de posesión de Claudia Sheinbaum Pardo, hará justo dos siglos más nueve días.

Aunque sucede, ni nuestra historia, ni ninguna otra se deben alterar o mutilar.

Antes de la Colonia, hubo polis, política y políticos. El Imperio Mexica tuvo, toda proporción guardada, una organización en todos los rubros a la manera del Estado moderno. Los dirigentes tenían fines que estuvieron en línea con los que motivan a muchos en la actualidad a conquistar el poder público.

Esgrimido como instrumento ético-didáctico y moral, se emplea para conducir a las sociedades hacia el bienestar común. Así fue usado antes; así es utilizado ahora en muchos países. Es su fin último.

Hoy, las comparaciones entre los exgobernantes hombres y la mujer que toma la estafeta del último de ellos, son y serán continuas e inevitables. Por razones obvias, se centrarán entre Andrés Manuel López Obrador y su sucesora, Claudia Sheinbaum Pardo.

Del ayer inmediato, como hasta el presente, se seguirán haciendo juicios de todo tipo. De la nueva datación política que ha comenzado a correr y que deberá concluir dentro de seis años, se harán cualquier cantidad de observaciones. Se aventurarán opiniones sobre si aquel fue mejor o si ésta tenderá a serlo.

Al cabo del sexenio, será posible fundamentar conclusiones.

Los puntos de análisis partirán forzosamente de la condición de género. ¿Han sido mejores los hombres en la última escala del poder presidencial? ¿Apunta a serlo la primera mujer que lo ejercerá en todas sus magnitudes, dimensiones y consecuencias a partir de este 1 de octubre de 2024?

Seguramente se evaluarán también las cualidades y los defectos de gestión de algunos de los hombres que han gobernado México en los últimos sexenios, pero se pondrá especial atención en AMLO, quien por el momento cierra ese ciclo.

Se calibrarán las capacidades y las decisiones de uno —por ser referente inmediato—, y las de otra, por ser una experiencia inicial. En un plato de la balanza estará el pasado de México; en el otro, lo que veamos en el día a día que comienza con el ascenso de Claudia Sheinbaum Pardo.

Él ya lo escribió todo en el periodo que le correspondió. Todo, para ella, está por escribirse.

Ella aportará toda la materia prima. Ella será su propio papel, su propia tinta, su propio puño. En cada capítulo, quedará escrito, por ella misma, lo que piense y lo que haga.

El epílogo, con cualquier matiz, oscilará entre lo bueno y lo malo. Sólo en ella estará la voluntad y la oportunidad de inclinar la romana a un lado o a otro.

Tiene todo para hacer lo primero. Su elección ha sido legal y legítima; amplia e indubitable. Eso se lo permite. Tiene la grandiosa oportunidad de hacer todo lo noble, loable y memorable para su pueblo.

En el ejercicio del poder, es donde mejor se conoce a quienes lo detentan; el último hombre en el poder presidencial en esa etapa, ya demostró lo que es; ya fue. Ella, y sólo ella, labrará su propia estatua. Deberá pulirla todos los días.

La primera presidenta de México apenas empieza a hacer lo que será. Pronto se comenzará a saber si es. Y al cabo del tiempo, sin duda, se sabrá qué, cómo y quién fue. En seis años se sabrá si pudo ser.

Sea cual fuere su status para entonces, trascenderá a la Historia. Bien o mal, será una diferencia insalvable. El medio es la virtud.

La ciudadanía, con su voto, le abrió la puerta de entrada a la historia de par en par. A la consagración. Únicamente ella decidirá, con sus actos, si en su salida ocupará esa misma Puerta Grande.

La diferencia central que se buscará en él y en ella, dentro de sus muchas variables, son las características de su gobierno. El de él ya está definido; el de ella, en los hechos, apenas ha empezado a tener las primeras pinceladas, perceptibles sólo discursivamente hasta ahora en su Proyecto de Nación y en la designación de sus colaboradores.

En sus facultades de asumir y ejercer todos los instrumentos del aparato estatal y ver reflejados sus resultados a favor o en contra de la sociedad, todo está por verse.

Con base en su estilo personal de gobernar, obligadamente se considerarán los extremos de las Formas de Gobierno, que históricamente han ido de la democracia, la mejor que se conoce y a la que muchas naciones aspiran —ora para conquistarla, ora para fortalecerla—, y la tiranía, que todo mundo aborrece, pero que está presente en ambiciosos buscándola desbocadamente, o manteniéndola en algunos casos

¿Fue Andrés Manuel López Obrador un demócrata? ¿Lo será Claudia Sheinbaum Pardo?

¿Tuvo tentaciones o inclinaciones aquel a gobernar solo? ¿Las tendrá ésta, siendo su hechura y su heredera?

De él, ahí están los hechos. Los de ella son expectativas que generan una miríada de sentimientos y escenarios; teorías y suposiciones.

El presidente saliente eligió y trabajó en la construcción del lugar político-histórico por el que será calificado y recordado en el porvenir; su sucesora empezará a delinearlo a partir del momento en que su pecho sea cruzado por ese símbolo que axiomáticamente convierte a quien lo porta en un ser omnisapiente, omnipresente y omnipotente.

La banda presidencial convierte a un simple mortal en el famoso semidiós sexenal, caracterizado y/o aceptado por todos los estudiosos del sistema político mexicano.

La fecha inaplazable de principio y fin de su entronización, es otra de sus improntas.

En el giro histórico más grande que haya habido hasta ahora relacionado con quien lleva la dirección del país, esa divinidad será por primera vez del sexo femenino.

Por tradición, historia, religión, magia, mito, creencias, usos, costumbres, rituales, México tendrá a una diosa sentada en el cargo máximo del poder político.

¡Por primera vez en 700 años!

Claudia Sheinbaum Pardo, la universitaria, la doctora, la científica, la funcionaria, la política, será la Primera Mujer Tlatoani en siete centurias.

El vuelco no puede ser más grande y trascendental. Ninguno de los muchos quiebres históricos que han tenido enormes repercusiones desde la fundación de México-Tenochtitlan, cobra la importancia del arribo de la primera mujer a la cúspide del máximo poder político nacional.

Después de haber sido gobernado solamente por uno tras otro Tlatoani (Tlatoque, plural) durante 200 años, por virreyes tres siglos más y por políticos-hombres durante los últimos doscientos años, Claudia Sheinbaum Pardo será, en México…

¡La Primera Mujer Tlatoani!

La primera mujer con todo el poder y el país en sus manos.

La primera mujer que determinará en destino de millones de gobernados.

Claudia Sheinbaum Pardo comienza a ser y será, a partir de hoy primero de octubre de 2024, la primera gobernante visible en ese nivel, si nos atenemos a los muy pocos datos en que sólo otra fémina habría tenido esa responsabilidad, pero habiendo sido, y siendo aún… totalmente invisible.

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Consigna la Historia que Atotoztli tuvo un papel muy importante en la vida política de antes de la colonización, pero que no ha sido reconocida como la sexta gobernante del Imperio Mexica.

Atotoztli, de acuerdo con planteamientos de varios estudiosos, fue hija de Moctezuma Ilhuicamina o Moctezuma I, quinto Tlatoani de la dinastía Tolteca-Mexica en el México Antiguo durante el predominio de Tenochtitlan, y la única mujer que gobernó en ésta.

A la distancia de siglos, esa versión no ha sido plenamente admitida como tal. Pero recientemente los reputados historiadores Filiberto Romo y Enrique Aguilar, empeñados en descifrar el enigma, han sugerido que Atotoztli fue reina y gobernó.

Muy probablemente por su condición femenina, por las tradiciones, por las costumbres y por el patriarcado y el machismo que siempre ha prevalecido en el país, se ha negado a Atotoztli el papel estelar que habría tenido en su tiempo.

La invisibilidad, el anonimato o el desconocimiento de los que ha sido objeto, confirma el hecho de que México, desde la antigüedad, ha sido conducido desde el poder únicamente por hombres.

Eso, contrasta notablemente con el momento actual, en que Claudia Sheinbaum Pardo es reconocida y visible sin taxativas; primero por los votantes, que la llevaron al poder, y después, en todos los rituales públicos, legales, legítimos y tradicionales con que es investido el semidios sexenal.

Aunque se empieza a reconocer que la presencia y la importancia de Atotoztli radicaría en que fue la clave para dar continuidad al linaje del Imperio con base en su matrimonio con Tezozómoc, hasta ahora no fue, no ha sido, no es.

Claudia Sheinbaum Pardo, en cambio, Es. Es presidenta. Es mujer. Es la primera en llegar al cargo con el que regirá el destino de 120 millones de ciudadanos. A ella, nada ni nadie podrá invisibilizarla, desconocerla o ignorarla.

A Atotoztli se la cree, con reservas todavía, portadora de la alcurnia y del derecho de reinar, con lo que se asume que gobernó antes que su hijo, Axayácatl, ubicado entre los historiadores como el sexto Tlatoani.

En la rama genealógica de los príncipes mexicas, de acuerdo con la información disponible consultada para este trabajo, se muestra a Atotoztli debajo de la figura de Moctezuma I, lo que confirmaría la relación padre-hija.

Ésta, se ratificaría con la leyenda que porta sobre su cabeza escrita en náhuatl: Cihuapilli, que significa señora o princesa.

Un dato más con el que se hace hincapié en su estirpe, es la figura que se conoce en un grabado donde se aprecian dos cabezas de ave y una pluma amarilla debajo de su nombre: Atotoztli, que quiere decir pájaro de agua.

Se sabe poco de la importancia que habrían tenido las mujeres en Tenochtitlan. Empero, Atotoztli no sólo aparece como un caso singular, sino único por ser descendiente legítima e indiscutible de Moctezuma I.

Por eso, justamente, se acepta que accedió al cargo más prestigioso del Imperio y que, sin ella, el abolengo familiar habría terminado.

De su matrimonio con Tezozómoc (hijo del cuarto Tlatoani, Itzcóatl) tuvo tres hijos, quienes no sólo fueron herederos al trono, pero también se desempeñaron como Tlatoque (plural de Tlatoani) de la dinastía mexica.

Al fallecimiento de Moctezuma I, hace su aparición Atotoztli quien, empero, ha estado ausente como genuina Tlatoani en el registro de la historia.

Su casi inexistencia, pese a su importancia y a que hay datos que indican la posibilidad de que, efectivamente, haya gobernado después de su padre, permiten aventurar la afirmación de que Claudia Sheinbaum Pardo será la Primera Mujer Tlatoani en México.

Un parteaguas sin precedente en la historia del país.

Ese hecho, en sí mismo, es un punto de llegada y de partida. Es el final de una larga época en la que hemos sido gobernados únicamente por hombres, y el inicio del que quedará marcado por ser el primer gobierno encabezado por una dama.

Con la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México en la primera magistratura del país, concluyen 700 años de una larga tradición de gobernantes-hombres, con todo lo que ha significado en la relación gobernantes-gobernados.

Así, Claudia Sheinbaum Pardo es, simplemente, el inicio de otra historia. Su ungimiento como titular del Poder Ejecutivo es la señal más clara de la presencia femenina definitiva en la esfera pública; ésta, hoy, es considerable, ¿llegará a ser hegemónica?

Con ella, una constate se ha roto. Empieza a quedar en el pasado. En el horizonte, aparecerá y quizá se recreará mucho de lo viejo. Lo expectante será lo nuevo. Pero sólo el tiempo dirá cómo… y hasta dónde llegará el cambio.


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Ser referencia como punto inicial de una época; ser motivo de división en, y del tiempo, es una excepción reservada para muy pocos. Esta vez, ese privilegio lo va a tener Claudia Sheinbaum Pardo.

Si lo aprovecha o no; si lo enriquece o lo empobrece, dependerá exclusivamente de ella. El desafío para Claudia Sheinbaum Pardo de definir positiva o negativamente la oportunidad que se le ha presentado, es colosal.

Para ella, esa tarea será particularmente difícil si se considera que el nuestro es un país donde, desde siempre, se ha elevado a los gobernantes al nivel de cuasi dioses, que todo lo pueden. En ese mito, en esa magia, en ese microcosmos, es donde reside el inconmensurable poder que llegan a tener.

Ella será la primera mujer en detentarlo. Con él, podrá hacer prácticamente cualquier cosa. Como semi diosa que habrá de dirigir a todos los ciudadanos mexicanos, llevará a sus espaldas un peso enorme. Su compromiso es inconmensurable.

¿Querrá probar que las mujeres, ella de inicio, son más capaces para conducir a la sociedad que los hombres? Ella deberá, en cualquier caso, ser un ejemplo.

Tendrá en sus atribuciones las facultades para hacerlo. Sólo ella podrá diseñar, construir y completar su obra. Apelando a sus cualidades y capacidades, a su visión y al lugar que querrá ocupar en la Historia, será su artífice única.

El punto de partida de su realidad real, está señalado como primero de octubre de 2024. Este día, quedará aparte en el registro de los grandes acontecimientos nacionales. Ella, y nadie más, será la protagonista estelar. Tendrá encima los ojos del mundo.

De apelar a las virtudes cardinales del político, que son prudencia, en primerísimo lugar; deseo de justicia, fortaleza y templanza —y de esgrimirlos cotidianamente—, se convertirá en una verdadera estadista.

Ella y sólo ella, sabrá en todo momento qué final querrá para su historia política. En cada paso que dé, irá marcando el rumbo, que estará a la vista de todos.

Claudia Sheinbaum Pardo, con sólo empezar a ejercer el poder presidencial, ya está en la Historia. Es el personaje central de un momento fundacional.

Es la figura central de una nueva historia y de un tiempo nuevo en la política mexicana. Es un punto de partida en el que, millones de ciudadanos que la eligieron, vieron un horizonte abierto y promisorio.

Ella es el prólogo de otro momento, marcado en los últimos años por el acceso de decenas de mujeres de todos los partidos a puestos electivos y de administración en todos los niveles.

Ella, con su triunfo electoral, corona el oleaje femenino que acceden al poder. Ellas, con Claudia Sheinbaum al frente, son el signo de un amanecer distinto. Está en ellas, y más especialmente en la primera presidenta de la República, brillar por una larga temporada en el firmamento con su actuación, o ser estrellas fugaces.

No es exagerado decir que, con Claudia Sheinbaum Pardo empieza, plena, la Primavera de las Mujeres en México. No sólo han roto el techo. Han quebrado las dimensiones conocidas de la política, el tiempo la historia.

Su presencia en la vida pública del país representa un cambio de la oscuridad, donde nadie las vio y muchos las recluyeron por años, a la luz, en que están a la vista de todos, escenario que les corresponde por mérito y derecho propios.

Sobre esta base, la ex jefa de gobierno de la Ciudad de México ha alcanzado el cenit de la política de manera inobjetable. El poder que el puesto le confiere, y que comprende todas las instituciones en todos sus grados y ámbitos, le dan todo para hacerlo todo.

Para Ser todo.

Si lo hace mirando al propósito de que su gobierno se vaya perfilando hacia la indispensable e inaplazable coagulación de la reconciliación, la concordia, la concreción de la seguridad, la paz, el bienestar, la igualdad, la justicia, la educación, la salud para todos, se colocará en un inmejorable punto de arranque.

La realización de esos grandes bienes sociales, serían las piedras angulares, la plataforma que la lanzaría a una insospechada ocasión para construir una cerrara política sin paralelo.

En adelante, ella será y debe ser la única que aumente, enriquezca y mejore lo que ha sido puesto en sus manos y en sus facultades para orientar al país hacia un estadio superior en el que cada ciudadano desea verlo, sentirlo y disfrutarlo.

La presidenta de México tiene todo, absolutamente todo para modelar y cristalizar una historia política personal inigualable.

Pocos tienen la posibilidad y la facilidad de elegir su lugar en el devenir del tiempo. Quienes las aprovechan, deben estar dotados de capacidades especiales que, en el caso de Claudia Sheinbaum Pardo, irá exhibiendo con el correr de los días. Es lo que de ella se espera.

Por el momento, apenas está en el recibidor de la casa llamada México, por así decir. Los pasos que vaya dando hacia el interior con sus decisiones, irán perfilando el punto a donde, al cabo de su sexenio, habrá de llegar.

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En la toma de conciencia de esta situación es, justamente, donde se reflejará su deseo de SER.

Su primer dilema por resolver es: Ser o no Ser.

Si tiene claro que es ella la que detenta todo el poder, por mucha ayuda que haya recibido para alcanzarlo y sin que pase por ingrata o desleal, empezará a Ser. Dueña de su Ser y de la fuerza que le da el respaldo que tuvo en los comicios, proyectará y realizará la obra con la que elegirá su lugar en el porvenir.

La manera de cómo desea trascender, será únicamente su elección. Y esta se determinará por cada una de sus decisiones.

Claudia Sheinbaum Pardo tiene por demostrar, en cada uno de sus movimientos políticos, que ella Es; debe probar que no tiene ataduras con factores o actores que ya fueron. El incomparable poder del Estado que tiene, le permite hacerlo.

La historia de México, en todas sus etapas formativas y decisivas: precolombina, colonial, independiente, revolucionaria, institucionalizada, partidista, de alternancia, de nueva hegemonía, Claudia Sheinbaum va a ser la Primera Mujer Tlatoani reconocida, visible, que se sentará en el trono por la vía más universal y aceptable de acceso al poder, que es la democracia y cuya base fundamental es el Derecho.

Esto es marcadamente importante, pues tiene implicaciones antropológicas, históricas, culturales, religiosas, simbólicas, míticas, místicas, sociales, políticas y de toda naturaleza. Surge como un tema y filón inagotable sobre el que se podrán explorar muchas variantes y líneas de estudio e investigación, sugiriendo incluso algunos posibles desenlaces.

Como la mujer más poderosa del país que será en los próximos años, llamará especialmente la atención su manera de gobernar. Como jefa del Estado Mexicano, ese factor no debería tener ningún significado o algún peso especial, pues un gobernante hace cuanto puede para todos.

Mas, ¿cómo lo hará en el contexto de la sociedad machista y patriarcal que hemos sido por siglos?

¿Se acabará en su administración el régimen paternalista que ha prevalecido en el país?

¿Empezará a diluirse el sexismo masculino tradicional para dar paso al reconocimiento pleno de los derechos de las mujeres?

¿Tendrá futuro el gobierno presidencial encabezado por una mujer como para recrearse en 2030?

¿Se acabará en su sexenio el régimen paternalista que ha prevalecido en el país?

¿Tendrá futuro el gobierno presidencial encabezado por una mujer como para recrearse?

Aquí, la historia y las leyes siempre han sido escritas por hombres. Las mujeres han sido cosificadas, objetizadas, minimizadas, ignoradas, menospreciadas, ultrajadas y, ahora señaladamente, maltratadas y asesinadas.

¿Se atajarán esas deleznables prácticas con la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo?

Esas y muchas otras incógnitas se abren ahora y nadie puede responderlas.

Pero quedan como sanas provocaciones teóricas susceptibles de plantearse en la academia y en todos los ámbitos de la vida nacional.

Son parte de nuevos y fascinantes retos para historiadores, antropólogos, politólogos, sociólogos, juristas que, en última instancia… sólo podrán aclarar con el tiempo.

Politólogo

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