Lo que más lo motivó. Inspiró. Buscó. Trabajó. Anheló, fue un lugar en la Historia. Lo consiguió. Pero de ninguna manera será honorable. Digno. Decoroso. Decente.

Siempre quiso estar al lado de Hidalgo. Morelos. Juárez. Cárdenas. Ser inmortal. Perenne.

Ellos alcanzaron la Gloria por construir. A él lo espera el Infierno por destruir.

Toda su vida luchó por la trascendencia. Por ser recordado siempre como un fundador. Reformador. Creador. Revolucionario. Salvador de la Patria. Héroe.

Se olvidó de que, para ser gratamente recordado es necesario hacer una obra singular en cualquier área. Útil. Transformadora. Duradera. Memorable.

Se levanta sobre fuertes cimientos de realizaciones. No en la movediza topografía de las falacias. Su programa del número y la letra es una vil mentira.

En su discurso, hizo creer que actuaba para conseguir lo que le era más caro. Los aplausos y zalamerías de sus epígonos lo enloquecieron. Lo ayudaron a fingir que era un demócrata.

Deshizo los fundamentos del Estado. Asfixió toda resistencia. Los números que dejó sobre la criminalidad y COVID-19 lo colocan en un status ignominioso. Trascenderá como un tirano.

La realidad, aunque sea rechazada, es una. Todo el mal que hizo es comprobable.

La balanza de los hechos se inclinará en su contra.

Con ella será juzgado por la Historia.

Junto a los libertadores y constructores de este país, él será un antiprócer. Impostor. Usurpador. Exterminador.

Esta caracterización se sostiene en sus promesas incumplidas: No mentir. No robar. No traicionar. Las tradujo en sus antípodas.

Hizo todo lo contrario. Tal vez sólo escaparía a su segundo propósito. Él. Quizá no su familia.

Andrés Manuel López Obrador será recordado por mucho tiempo. Los beneficiarios de sus dádivas serán sus aduladores. Mientras haya presupuesto para mantenerlos.

Sus cómplices serán sus defensores. Hasta que les convenga.

Pero ni de lejos se le honrará a la manera como a los prohombres que lucharon y actuaron por verdaderos ideales. Con decisión y desinterés. Con patriotismo, para enfrentar y resolver los grandes problemas nacionales.

AMLO se dedicó a engañar y aturdir con su verborragia. Con su Miscelánea Diaria. A imponer su arbitrio. A vencer, no a convencer. A imponer, no a dialogar.

Nadie le quitará responsabilidad. Culpa. Condena por lo que hizo. Por lo que no hizo. Qué bueno que le faltó tiempo. Hubiera hecho más daño.

Hoy, sólo la conciencia –si algo de ella tuviera– lo persigue y lo atormenta.

Pero, a como están las relaciones entre México y Estados Unidos, no se puede descartar que este país lo lleve ante los tribunales.

Se derrumbaría el mito. Se acabaría el encanto. Terminaría la borrachera de los que creen que el poder es personal y para siempre.

Sólo de fuera puede venir la justicia contra AMLO. La protección que aquí se le da, es clara con el “ya déjenlo en paz” presidencial.

El gobierno de Donald Trump no atenderá ese reclamo.

Lo más grave que se le imputará es lo que, debiendo y pudiendo hacer, soslayó. Permitió. Consintió. Prohijó.

Con su permisiva, abominable y universalmente conocida estrategia de “seguridad”, no sólo no hizo nada para que el país no se siguiera ahogando en la sangre de la violencia.

Con su inmoralidad de abrazar a los delincuentes en lugar de aplicarles la ley por sus horrendos. Frecuentes. Incontenibles. Abominables crímenes, dio paso a que México fuera convertido en un campo de extermino al aire libre, como dice el poeta Javier Sicilia.

Ahí está como último ejemplo el espeluznante descubrimiento de crematorios clandestinos –auténticos campos de exterminio– en Teuchitlán, Jalisco.

¿Cómo ese lugar de terror no fue localizado por ninguna autoridad previamente?

¿Tuvieron culpa, miedo, connivencia con ese execrable hallazgo los gobiernos federal, estatal, municipal?

¿Nada tienen que decir al respecto Andrés Manuel López Obrador, Enrique Alfaro, Ascencio Murguía Santiago y Pablo Lemus?

¿Cómo se puede entender que el Ejército, la Marina, la Guardia Nacional, los cuerpos de seguridad de los tres niveles de gobierno no hayan visto ni sospechado nada y, muchos menos, investigado pese a las denuncias?

¿Debe alguien hacer algo contra los deslindes mediáticos criminales?

El caso, sacado a la luz por los Gurreros Buscadores de Jalisco, confirma que, de tiempo atrás, el Pacto Social en México está roto.

Está quebrado por el solo hecho de que los gobernantes (con mínimas excepciones), han abandonado su primerísima obligación de salvaguardar la vida y los bienes de sus gobernados.

Con la absurda reforma judicial en ciernes, la demolición del estado de Derecho, alentada enfermizamente por AMLO y seguida por la presienta Claudia Sheinbaum, quedará concluida.

Entonces, todo será peor. Nadie en el territorio nacional. De ningún sector. Actividad. Nivel. Edad. Condición. Género. A ninguna hora, estará exento de perderlo todo.

El crimen organizado podrá segar con mayor libertad la existencia de cualquier ciudadano en todo lugar y momento. En todas las formas imaginables.

Partidizados, morenizados, los impartidores de justicia que van a ser elegidos no harán más que parcializarla. La indefensión ciudadana será total.

Al no ser sancionados; o peor, al impunizar los actos de barbarie, el monstruo del delito quedará autorizado a reincidir.

Todo gobierno que deja de cumplir su primera obligación de garantizar la existencia de los ciudadanos; que deja de proteger ese primer bien, pierde totalmente su autoridad. Su fundamento. Su legitimidad. Su razón de ser.

En esa situación, teóricamente, cesa el deber de la población a obedecer a sus autoridades. Y, entre otras cosas, a dejar de pagar impuestos. La teoría busca siempre convertirse en práctica.

Como se ha publicado tantas veces, los causantes del sufrimiento de los mexicanos por la acción y la agresión de esa especie de subhumanos que sólo atienden al principio de la ganancia a todo costo, actúan en innúmeros casos con protección oficial.

Gobernantes y criminales –en su mayoría–, han llegado a ser. Son una y la misma cosa. Socios. Aliados. Cómplices. Es lo que más reprocha el gobierno de Estados Unidos al de México.

Esa perversa alianza delictiva es el peor enemigo de la sociedad.

Actúa desde el poder de hecho y de derecho en su contra. Le arrebató sus libertades. Pisotea sus derechos. La mantiene esclavizada con base en el terror.

Esa es la “obra magna” de Andrés Manuel López Obrador. Por la que habrá de “consagrarse”.

La Historia tiene dos entradas. El ex presidente accederá por una de ellas. Ahí, entregará como ataúd el país que recibió como panteón.

Su camino, hecho con huesos. Cadáveres. Lágrimas. Silencios. Torrentes de sangre. Sudor. Búsquedas. Dolor. Desesperación, inexorablemente terminará en la imperecedera vergüenza. En el desprecio, la infamia y la deshonra.

Esa puerta de par en par está abierta… esperando por él.

Línea de fuego

Un ciudadano excepcional partió el fin de semana hacia la Eternidad. El arquitecto Joaquín Álvarez Ordóñez, amigo de todos --me permitió conocer a otro hombre de excepción dado lo mucho que ha hecho por México: Juan Francisco Ealy Ortiz--, se fue dejando una estela de grandes obras y de enormes beneficios en todas las actividades que desarrolló durante su fructífera vida. Su legado queda para la sociedad, el país y la memoria. Q.e.p.d… Con el talento, la sólida formación, la amplia experiencia y el incansable trabajo que ha hecho con extraordinarios resultados en organismos internacionales, la doctora Gabriela Ramos se enfila firmemente a la dirección de la UNESCO, donde se desempeña como subdirectora general de Ciencias Sociales y Humanas desde 2020. Los cambios que ha impulsado en el campo de la salud, las telecomunicaciones, la Inteligencia Artificial, la igualdad de género, acreditan sobradamente sus formidables capacidades y permiten vislumbrar lo más que podría hacer todavía desde ese cargo en favor de la humanidad.

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