No existe una fuerza equiparable a la de la educación para transformar al ser humano y su colectividad, y hacer de su pequeñez un gigante. Así lo entendieron dos singulares filósofos: Platón en el siglo V a. de C. y Juan Jacobo Rousseau en el siglo XVIII; a pesar de los siglos, el tema de la educación sigue siendo una asignatura central del pensamiento y la acción.
Platón lo ilustró en sus “Diálogos” con la metáfora de la caverna (libro VII de La República), donde en una gruta oscura, hombres y mujeres permanecen encadenados al fondo y sólo viven el mundo de las apariencias. Simboliza la esclavitud de la ignorancia, pero al romper los grilletes con la educación, se liberan y arriban al mundo del conocimiento la ciencia y la filosofía. Consistente con esta ingeniosa metáfora, Platón nos dejó todo un programa educativo sobre todo para que los políticos se convirtieran en filósofo-rey y con la educación y el conocimiento gobernar bien a la polis.
Rousseau nos legó un voluminoso tratado, “Emilio o de la Educación”, en el que analiza al detalle cómo debe educarse al ser humano desde su nacimiento a la edad adulta, destacando cómo liberarse de las ataduras sociales para mantenerse en su condición de libertad.
¿Y por qué esta narrativa sobre la importancia de la educación?
Para destacar una verdadera revolución educativa que está aconteciendo en Chiapas, el estado más pobre del país, (PIB del 1.7%, Nuevo León el 7.9% y la CDMX el 14.8%), con una población total de 5,543,828 habitantes, el 26.3% orgullosamente indígena. Los niveles de ingreso, productividad y riqueza de la entidad están muy por debajo del promedio nacional.
Precisamente en ese entorno económico-social, la Universidad Nacional Autónoma de Chiapas (UNACH) con apenas 50 años de vida, recientemente reconocida como “Benemérita”, ha asumido ese atraso de su desarrollo como un reto histórico, para convertirse en un potente agente de inclusión (de población menos favorecida), igualdad (sin distinción de procedencia y género) y transformación social. La educación superior como una cruzada para romper las ataduras de la ignorancia y falta de oportunidades educativas en Chiapas.
¿Y cómo lo está logrando? La UNACH es una institución con 44 unidades académicas, 19 facultades, 12 escuelas, 5 centros, 2 coordinaciones y 3 extensiones. Ofrece 78 programas de licenciatura y posgrados (maestría y doctorado) con áreas tan variadas como ciencias agropecuarias, salud, lenguas, diseño/construcción, ciencias sociales, humanidades (La Facultad de Derecho en San Cristóbal es la de mayor antigüedad), ingeniería y otras. Descentralizada en múltiples campus en el estado, además de la capital, tiene sedes en Comitán, Tapachula, Villaflores, Pichucalco y Arriaga entre otros. Su matrícula estudiantil ya supera los 30 mil alumnos y dos mil docentes.
Para convertirse en una potente agente de cambio y mejoría social de su juventud, la Benemérita UNACH con un joven y dinámico rector, Dr. Oswaldo Chacón, a la cabeza, le ha apostado fuertemente a la excelencia académica. Apenas hace unos días los Comités Interinstitucionales de Educación Superior (CIESS), organismos evaluadores independientes de calidad educativa, integrados por académicos externos, expertos y reconocidos por la SEP, valoraron los planes y programas de estudio perfil docente, infraestructura, gestión institucional, vinculación, eficiencia terminal, investigación e innovación y decidieron otorgar “excelencia educativa CIESS” a 44 programas con lo que logró el 100% de matrícula en programas acreditados en términos de calidad. Ninguna universidad había acreditado tantos programas en un año.
Ahora que se extiende el desierto institucional por el desmantelamiento de las instituciones de la República, con una renuncia del Fiscal por “causa grave” sin gravedad y un procedimiento de relevo en una Fiscalía autónoma sin autonomía, causa alegría avizorar un oasis institucional que demuestra cómo con pocos recursos y calidad educativa, la UNACH le cumple a las y los jóvenes chiapanecos.
Docente/investigador de la UNAM