Lejos de perecer con la muerte de sus autores o defensores, los principios defendidos en vida y las ideas que los sustentan, se afianzan y universalizan cuando aquellos dicen adiós. Incluso adquieren mayor fuerza y expansión.
Por eso Sócrates se negó a evitar su muerte y fugarse del tribunal ateniense que lo había condenado a beber la cicuta, como se lo imploraban Platón y seguidores. Sabía que con su muerte sellaría históricamente su inmenso legado intelectual: el pensamiento crítico de la dialéctica como método en la búsqueda de la verdad y la justicia. Hijo de la partera Fenarete, se había autodefinido como partero de ideas. Ahí quedó su legado en Los Diálogos de Platón. Fue precisamente su muerte la ratificación histórica de sus principios morales, nada menos que el fundamento ético de la política.
En el mismo mes con tan sólo una semana de diferencia, fallece primero en Perú el escritor Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura el 13 de abril en su casa en Lima, Perú, a los 89 años, y el lunes 21 del mismo mes a las 7:35 am hora de Roma, el Papa Francisco en su residencia de Santa Marta, a los 88 años. ¿Qué hay de común en estas partidas, a pesar de las marcadas diferencias de sus profesiones y vidas, uno destacado escritor y el otro Sumo Pontífice?
Ambas acontecen en un momento en el que el mundo se encuentra bajo la tormenta de la fuerza expansiva del populismo, ahora con el brutal ataque de Trump al conocimiento, buscando ejercer el control absoluto de Harvard, la universidad más antigua de los EU, fundada en 1636 en Cambridge, Massachusetts.
Tanto el Papa Francisco como Vargas Llosa defendieron principios complementarios, que su reciente muerte engrandece, diametralmente opuestos a los nuevos embates de Trump, y por lo tanto configuran dos visiones antagónicas del mundo en el presente.
Franciscus (única inscripción que Jorge Mario Bergoglio desea en su tumba), pasará a la historia sobre todo como defensor del derecho humano a la inclusión y por lo tanto enemigo de la exclusión y la marginación que tanto enarbola Trump. En eso consistió su opción preferencial por los pobres, especialmente los marginados, desposeídos, migrantes y pueblos originarios, como dejó testimonio en su encíclica Evangelii Gaudium- (La alegría del Evangelio), su defensa de los excluidos de la eucaristía por un divorcio previo y de la bendición a parejas de igual preferencia sexual. En otras palabras, su permanente lucha por la inclusión social, Fratelli Tutti (Todos hermanos) incluyente de la paz (en Ucrania y Gaza), la fraternidad y el medio ambiente sano Laudato Si (Alabado seas).
Vargas Llosa nos deja una obra persistentemente combativa del autoritarismo, desde las primeras novelas como Los Jefes (1959), La Ciudad y los Perros (1963), Conversación en la Catedral (1969), y La Guerra del Fin del Mundo (1981), hasta más recientes como La Fiesta del Chivo (2000). Incansable defensor de la democracia representativa y de los derechos fundamentales, nos legó una clara radiografía de las formas de opresión política del ser humano en Latinoamérica.
En una posición diametralmente opuesta, Trump amenaza a Harvard con cancelar 9 mil millones de dólares en subvenciones y contratos federales, además de suprimir la exención de impuestos, si no revisa sus políticas de admisión, informando al gobierno de estudiantes extranjeros, modificación de departamentos académicos, garantía de diversidad de puntos de vista en el campus y revisión de programas de diversidad, equidad e inclusión.
El rector Alan Garber respondió demandando a la administración Trump y suscribió una misiva con otros 220 líderes universitarios afirmando que “la intromisión del Gobierno pone en peligro la educación superior en EUA” .
Esta primavera nos sitúa en un escenario de profunda confrontación de dos visiones antagónicas del mundo: la democracia e inclusión en defensa de la libertad y la autocracia y exclusión que busca someter al ser humano, esto es, Francisco y Vargas Llosa vs Trump.
Docente/investigador de la UNAM