Después del desastre de la Segunda Guerra Mundial y cuando la devastación de Europa y partes de Asia causada por Hitler, Mussolini y Hideki Tojo de Japón, dejó 71 millones de muertes (21 millones militares y 50 millones civiles), incluido el Holocausto con 6 millones de judíos exterminados por los nazis, la humanidad tardíamente se dio cuenta de que un orden internacional basado en el poder de hombres fuertes, y no en reglas aplicables para todos, genera esas consecuencias.
Tal parece que no se aprenden las lecciones de la historia. Como bien señaló el embajador Miguel Ruiz Cabañas, la guerra comercial que estamos presenciando “representa el derrumbe del orden mundial basado en reglas y el comienzo de la era de los hombres fuertes” (El Heraldo, 3/03/25).
En casi un mes en la Casa Blanca, Trump sacó a EUA de la OMS y ONU en derechos humanos. Mandó a Vance a la reunión sobre seguridad en Munich a criticar a sus aliados europeos y enaltecer a Rusia, con lo que debilitó a la OTAN; le tendió una trampa en la Oficina Oval al presidente Zelenzky, para imponerle una rendición incondicional a Ucrania. El ahora Trump expansionista no se cansa de repetir que quiere de regreso el Canal de Panamá, ocupar Groenlandia y renombrar al Golfo de México como el Golfo de América.
Con Canadá y México, sus vecinos y socios en un tratado de libre comercio que ÉL FIRMÓ, genera mayor presión utilizando el arma de los aranceles en franca violación a ese acuerdo internacional, con la falsa excusa de que sólo así detendrá el tráfico de fentanilo, como si nosotros y los canadienses fuésemos culpables de la adicción en su país.
Canadá pagó muy caro el error de Trudeau de volar a Mar-a-Lago a las 48 horas en que Trump anunció imponerle aranceles, cuando todavía no era presidente constitucional. En un acto de ingenuidad precipitada y creyendo que podía apaciguarlo, el premier canadiense despertó en él su insaciable voracidad por someter y humillar especialmente a quien se le doblega. Un profesional del bulling, no ha dejado de insistir en la anexión de ese gran país como una estrella más de su bandera y reiteradamente humilla a Trudeau como “el gobernador del estado 51 de la Unión Americana”.
Pero Canadá reaccionó y el sucesor de Trudeau, nuevo líder del partido liberal, Mark J. Carney, le respondió a Trump que Canadá no quitaría los aranceles a las exportaciones estadounidenses hasta que Washington muestre respeto a su país. “Harían bien los estadounidenses en no equivocarse, en el comercio como en el hockey, los canadienses siempre ganan”, le dijo.
Enhiesta postura también mantuvo el premier de Ontario, Doug Ford, al desafiar a Trump con cortar la energía eléctrica que ilumina nada menos que a Nueva York, Minnesota y Michigan, y que importan de Canadá, lo que hizo recular la decisión del magnate presidente sobre el doblete de aranceles a ese país.
Memorable también el discurso de Claude Malhuret, senador independiente ante la Asamblea francesa, en el que señaló que: “Washington se ha convertido en la Corte de Nerón con un emperador incendiario, cortesanos sumisos y con un bufón [Elon Musk] encargado de purgar al servicio civil. Es una tragedia para el mundo libre, pero sobre todo una tragedia para los EU….Se trata de confiscar a la democracia. Recordemos que tan solo tomó un mes, tres semanas y 2 días destruir la República de Weimar y su constitución… En un mes Trump ha hecho más daño a América que en los 4 años de su pasada presidencia”.
El relativo éxito político que pudiera tener la estrategia trumpista para imponer su voluntad a sus aliados, se topó con el fracaso económico del aprendiz de brujo. Hace unos días, su juego arancelario provocó la peor jornada en Wall Street en lo que va del año con una caída de 2,7% del índice S&P 500, el más representativo de EUA. El Nasdaq cerró con 0.18% y el Dow Jones en 1.1%. El hombre que no dejó de arengar al electorado durante su campaña y en su discurso inaugural, que haría America Great Again (América grande de nuevo) está llevando a su país a una profunda recesión económica.
Docente/investigador de la UNAM