Toda narrativa se agota. A la 4T le queda tiempo, pero no es infinito. Muy seguramente ganarán esta elección, pero tendrán que ser muy cuidadosos y estratégicos si quieren que la narrativa permanezca más allá de 2030. Muchas experiencias en el mundo confirman que el poder político de una narrativa no suele durar más de una década, el ejercicio del poder la desgasta. Peor aún, los cambios de gobierno suelen ser infranqueables; a Uribe, Santos se le volteó, a Correa fue Lenín. Esto no es sorprendente, la naturaleza rígida y autoritaria que suele acompañar a los líderes carismáticos impide el desarrollo de un estilo de gobernanza de los sucesores; ya con el poder, su única opción es revelarse.
Eso no sucederá en México porque AMLO ha puesto una trampa a Claudia Sheinbaum: la revocación del mandato. En caso de ganar, tan pronto acabe su campaña, empezará una nueva. En cuanto llegue a la presidencia, su misión será ganar la revocación del mandato y sin el apoyo de López Obrador será extremadamente difícil. Para tener el apoyo de AMLO, Sheinbaum tendrá que acotar los márgenes de sus diferenciaciones. Cambios estéticos o simbólicos, pero no en lo importante.
El problema es que esta rigidez suele ser contraproducente para las intenciones de trascendencia de personajes como AMLO. La rigidez desgasta y es difícil creer que la narrativa de la 4T sin modificaciones sustanciales puede mantener el poder político a largo plazo. Para la perpetuación de una narrativa el mejor aliado es la flexibilidad, la renovación y la reinvención y esas son las cualidades que suelen faltar en el pensamiento de líderes carismáticos como AMLO. Ellos prefieren la disciplina, la lealtad, la continuidad sin miramientos.
Lo que es cierto es que la “narrativa política” del obradorismo sobrevivirá su “tiempo político”, como ha sucedido en Argentina con el peronismo, en Ecuador con el correismo y en Colombia con el uribismo; en esos casos aún fuera del poder subsiste el halo de la narrativa, con una tentación constante de regreso al poder. Como narrativa política, el obradorismo perdurará mucho tiempo, como gobierno, tendrá una dura prueba este próximo sexenio. Su mejor apuesta es -en caso de ganar- que Claudia gobierne, con su visión, con sus valores, con su capacidad.
Lo mejor que podría hacer el Presidente es aceptar de su sucesor un estilo propio de gobierno. Dar libertad al nuevo gobierno para que reinterprete su visión del país bajo un nuevo liderazgo; sin intervencionismo ni confrontaciones. Si la nueva visión es exitosa, entonces la 4T sobrevivirá en el poder, si fracasa entonces podrá siempre apelar a la nostalgia como motor de un resurgimiento político. Si Correa se hubiera deslindado de Lenín cuando éste lo hizo un lado, si en lugar de pelear hubiera esperado, es probable que el país hubiera clamado el regreso de su líder carismático.
El problema es que el Presidente no siempre tiene esta perspectiva. El gobierno ha cometido excesos que jugarán en su contra a largo plazo. El ataque desmedido a líderes de opinión, periodistas, empresarios y miembros de la sociedad civil, es un exceso innecesario que tarde o temprano cobrará factura. Hay la posibilidad de que estos excesos de la 4T estén creando el ambiente para el surgimiento de una ultraderecha competitiva en el futuro. Otra posibilidad es que estos excesos acaben por desgastar su propia narrativa.
Esto no es lo único. Es cierto que a corto plazo, la 4T está más firme que nunca, pero a largo plazo tienen otro problema. Durante 6 años la oposición fue incapaz de construir una narrativa que resonara con la población; una historia alterna que contar a la de AMLO, pero en los próximos años está la posibilidad latente de una narrativa que viene con un apellido que cuenta una historia en sí misma: Colosio. Es probable que la 4T gane la presidencia, pero si tienen perspectivas de futuro no debe actuar con soberbia ni excesos. Ellos ya han sido oposición, no deben olvidar que quienes pierden hoy, pueden ganar mañana.