El ajedrez está más complicado que nunca. La Presidenta debe saber que su control sobre el partido y el Congreso será puesto a prueba constantemente durante este sexenio. El expresidente López Obrador le dejó varias trampas para garantizar la influencia de La Chingada sobre el quehacer público mexicano y ahora que esos mecanismos y trampas están en acción, Sheinbaum tiene que jugar un juego muy fino para poder surcar un panorama que se ha complicado.
La disputa en el Congreso por la presidencia de la CNDH fue una primera prueba a su poder. La tensión que se dio en torno a la reelección de su infame presidenta es un síntoma de lo que en inglés se denomina “proxy war”; un campo de batalla tercerizado, donde se muestra el poder de cada una de las partes sin tener que confrontarse directamente, por el desgaste que eso supondría. La batalla por la CNDH fue de carácter simbólico, mostrar músculo, influencia y capacidad de operación sin tener que enfrentarse directamente.
El problema es que ésta será una constante durante el sexenio de Sheinbaum. AMLO le ha dejado 6 grandes trampas a Claudia Sheinbaum, las cuales exploro más profundamente en mi nuevo libro “4T 2.0” que sale en editorial Malpaso en las próximas semanas, pero que a grandes rasgos son las siguientes: 1) La revocación de mandato que la obliga a ganar una mayoría electoral para ratificarse. 2) El empoderamiento del ejército y el fino balance de su lealtad. 3) El partido (Morena) que controla AMLO. 4) La reforma judicial donde de la misma forma que votaron a Piedra Ibarra se elegirán jueces afines a los intereses de AMLO y sus operadores. 5) El Congreso, con alta influencia de los operadores de AMLO y sus propios intereses. 6) Andy López Beltrán, que desde la plataforma del partido operará de acuerdo a sus intereses y los de su padre. A todo esto se agrega una complejidad más: la presidencia de Donald Trump.
En ese complejo panorama es en el que Claudia Sheinbaum tiene que operar y gobernar y por ello hace unas semanas lanzó oficialmente su movimiento político en el interior de Morena liderado por Ramírez Cuéllar. Esta acción constata que Claudia entiende la complejidad del tablero y sabe que necesita generar sus propias lealtades, sus propios operadores y su propio movimiento. El problema es que frente a sus nuevos operadores están los viejos lobos de mar; les va a ser difícil ganarle espacio de operación a Monreal, Adán Augusto y a Andy López. Sin embargo, tarde o temprano habrá rompimientos en Morena, abiertos, tácitos o encubiertos y para ese entonces Sheinbaum tiene que haber consolidado un grupo de poder importante.
Por eso su estrategia parece ser la adecuada, si no la única posible. Por un lado, Sheinbaum busca construir grupos políticos leales a ella que pudieran operar en caso de rompimiento o tensión y mientras esto no suceda de forma abierta, ha usado una estrategia de dejar pasar para recibir. Mientras que los medios se ocupan de la reforma judicial, los órganos autónomos y lo sucedido con la CNDH, Sheinbaum opera sus propias reformas, notablemente la reforma a la seguridad pública. Esa parece ser la estrategia, no desgastarse internamente en los temas que son suyos para poder pasar los que sí les importa. Hace bien.
Por otro lado su participación en el G-20 es muy acertada, Sheinbaum sabe que puede generar gobernabilidad desde los espacios que su antecesor simplemente no ocupó. Seguridad y relaciones internacionales fueron temas que no interesaron a AMLO y es ahí donde Sheinbaum puede generar su propio espacio para construir política y narrativa. En la política exterior sería importante que Sheinbaum estudiara el ejemplo de Lula: no basta ocupar los espacios que nos pertenecen en el escenario internacional sino usar la trinchera internacional para proyectar una agenda e intereses. Si a Sheinbaum se le complica la política interna, puede usar la política externa para obtener fuerza.
Pero para ello la política exterior mexicana tiene que cambiar. México tiene que ser más ambicioso, actuar con liderazgo, estrategia y con menos tibieza. También se necesita una estrategia de diplomacia pública. México es la doceava economía del mundo, es una potencia media y el único país que le compite el liderazgo latinoamericano a Brasil. Con esta visión Sheinbaum puede lanzar una plataforma que le dé juego a México en el mundo y mucho margen de acción político a ella -como lo hizo Lula.
Hoy hay muchos frentes abiertos desde los que México puede generar liderazgo, México tiene la llave para solucionar el conflicto en Venezuela, tiene la encomienda de abrir el Consejo de Seguridad, de plantear una agenda ambientalista y feminista y también incluso la de aprovechar la coyuntura para reconfigurar la obsoleta OEA y mostrar una política asertiva contra Noboa. Si Sheinbaum empuja a un México más ambicioso en el exterior encontrará un espacio muy útil para ella, de la misma forma que ahora hace con el tema de seguridad en un marco interno.
Analista político. @emiliolezama