Si hubiese manera de darle un último adiós a los muertos que no conocimos, los parientes lejanos, los famosos, los admirados, todo personaje que de alguna manera nos tocó, yo estaría en la fila de Val Kilmer quien murió el pasado día primero. Su muerte me ha venido a remover muchos sentimientos y recordar cosas de esas que prefiere uno olvidar pero que allí están porque llegaron para quedarse. Kilmer murió de neumonía, en su casa, rodeado de sus seres queridos, tenía 65 años. Yo me he propuesto llegar a los setenta aunque, claro, conforme pasa el tiempo la fecha se va recorriendo... Sé perfectamente que no depende del todo de mí: matrimonio y mortaja del cielo baja. Y es que aunque nunca lo conocí, Val Kilmer y yo pertenecemos a un club exclusivo y especial donde sólo se admiten guerreros: ambos sufrimos cáncer de garganta, ambos vencimos. Nunca fuimos “sobrevivientes”. Contra el cáncer la lucha es constante, no se olvida, tenemos cicatrices, capa y espada siempre a la mano.

La primera vez que me dio, el de la garganta, tuve la fortuna de descubrirlo a tiempo. Acababa de cumplir treinta años y fui de ronca a no tener voz. Un nódulo en una de las cuerdas vocales. Tratamiento tradicional de cirugía, quimio y radioterapia. Un verano doloroso para mí y los míos. Si alguna vez pensé dejar la radio para siempre el destino tomó la decisión por mí. Estuve dos años sin poder hablar, días en donde aprendí a resumir mis pensamientos, a autocensurarme y expresar sólo lo esencial, a escoger mejor mis batallas. Con tiempo y dedicación volví a hablar. Val Kilmer no tuvo mi suerte. Su primer diagnóstico, en 2015, mostró un cáncer agresivo y avanzado por lo que además de la quimio y la radioterapia recibió una traqueotomía que alteró de por vida su manera de tratar con el mundo, de intercambiar ideas, de expresarse. Un adiós permanente a su voz. Qué dolor y qué tristeza. Qué difícil para él, para sus seres queridos. Para 2020 y otra traqueotomía después, Kilmer fue finalmente declarado libre de cáncer. I’m Your Huckleberry, sus memorias, fueron publicadas en ese mismo año y en ellas narra no solo su batalla contra el cáncer sino también sus triunfos, fracasos y amores de manera humilde y sentida. Y de aquí en adelante, para mí, Val Kilmer será aquél quien no se dejó ganar. ¡Arriba las palmas!

En algún momento se me ocurrió escribir un libro sobre mi experiencia con la enfermedad. No fue fácil y sin el apoyo de mi familia, no sé cómo hubiese acabado la historia. Lo que más quería en esos momentos era dejar atrás esa pesadilla de agujas y piquetes, duda e incertidumbre y mirar nada más hacia adelante, seguir mi vida como si nada. Por supuesto que no fue así. Y otra vez. Y otra vez. Y con todo y todo el cáncer nunca me ha definido. Las cicatrices se ven sólo cuando las dibujo y, si bien mi voz es grave y no tiene mucho volumen casi siempre me permite darme a entender con el mundo sin necesidad de ayuda. Es una voz distinta, sí, pero siempre lo fue. A veces la gente voltea, a veces pregunta, a veces comenta de buena fe. Mi respuesta depende mucho de quién y cómo pregunte, pero sobre todo del tiempo con que contemos para narrar mi largo historial médico; de pronto me equivoco causando shock innecesario; a veces me arrepiento. Por lo pronto aquí sigo, infinitamente agradecida, intentando dar de regreso y preguntándome qué misión secreta me depara esta vida.

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