En varios países europeos como Alemania y España existe el “impuesto religioso”, los gobiernos dan un porcentaje del Impuesto sobre la renta de sus ciudadanos para el mantenimiento de la Iglesia a la que se adscriben, no a todas, sólo a las tradicionales del país. En Alemania los recursos se entregan a la Iglesia Luterana, la Católica y la colectividad judía, si no quieren aportar a ninguna de las tres, igual se lo descuentan pues lo destinan a obras de caridad en países pobres. En el caso de España el aporte a la Iglesia Católica está en alrededor del 25% y tiende a disminuir, lo mismo sucede en Alemania, aunque el año pasado la disminución fue más notable.
Muchos especialistas relacionados con las iglesias atribuyen la disminución de feligreses al proceso de secularización, donde el abandono de lo religioso sería atribuido a un cambio en las ideas dominantes en la sociedad, que se apartan de los valores y se sumergen en el “relativismo”. Estas teorías eluden la responsabilidad de los responsables de las iglesias en el abandono de su feligresía, y “ven” a la secularización y el relativismo como si fueran fenómenos naturales.
Las cifras publicadas por las propias iglesias exponen que en 2021 se habían desafiliado 359,338 católicos y en 2022 aumentó a 522,821 desertores, que habrían sido compensados con 155,173 bautizos, 1,447 conversiones y 3,753 que regresaron a la institución. Seguirían siendo católicos el 24.8% de la población total. Disminuyeron también las parroquias abiertas y el número de sacerdotes. La Iglesia Evangélica alemana (luteranos) reportó 100,000 salidas en 2021 y 380,000 en 2022, o sea el 22.7% de la población. La disminución de feligreses en Europa es atribuida a los escándalos de pederastia clerical y al patrón de ocultamiento que organizó la Jerarquía religiosa
Por el contrario, en América Latina la Iglesia católica fue más eficiente en construir un patrón de ocultamiento y complicidad con los factores de poder que veían a la milenaria institución como muy poderosa y los políticos “se evitaban problemas”, utilizando el ocultamiento de los abusos como una estrategia para ganar respaldos. Los feligreses saben muy bien lo que sucede y en forma discreta, pues son conscientes del poder eclesiástico simplemente no participan de las actividades de la Iglesia. Los templos semivacíos y con personas de la tercera edad son un mudo testimonio de la crisis.
La estrategia del papa Francisco de tolerancia cero a los abusos sexuales es cuestionada por las jerarquías institucionales, y ahora le atribuyen la crisis al Papa por su política destinada a que los responsables respondan por sus actos infames. La Iglesia latinoamericana prefiere la táctica del avestruz y se opone a cualquier intento de denunciar los abusos. El costo de las iglesias europeas, canadiense, australiana y estadounidense en pérdidas de feligresía hace que muchos duden en aplicarlos. Aunque en el Tercer Milenio y con la dinámica del mundo de la información, las redes sociales y otros recursos, ya es imposible “confiar” en la posibilidad de ocultarlos.
En América Latina no se puede aplicar la teoría del relativismo y el proceso de secularización, lo que crecen son las iglesias evangélicas que tienen habitualmente criterios más estrictos en la observancia religiosa y los sistemas de valores. Crecen en forma veloz y en varios países centroamericanos rebasan a los católicos numéricamente. Para entender lo religioso, y su impacto político, en el conflicto nicaragüense debemos entender que en ese país la mitad de la población es evangélica, y en el campo católico, los católicos “populares” mantienen su apoyo al presidente Daniel Ortega y lo respaldan en su confrontación con la Jerarquía católica local; si no fuera así, hace tiempo que hubiera sido derrocado.
Los evangélicos también tienen problemas y el caso chileno es muy aleccionador pues los abusos patrimoniales del líder de la Iglesia Metodista Pentecostal y los sexuales de Karadima, el gran “apóstol” de la teología de la prosperidad católica, hizo que disminuyeran los creyentes de ambas tendencias y ahora sea el país con más ateos de América Latina (38%) rebasando al Uruguay.
Los mundos religiosos son dinámicos y las sociedades cada vez más “transparentes”, el ocultamiento se termina revirtiendo contra quienes no confían en que “la verdad nos hará libres”. Un dicho popular dice que cuando “el panadero es malo, le echa la culpa a la harina”.
Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH -