Una de las tentaciones de los medios consiste en aplicar las categorías de la política partidista al análisis de las tendencias al interior de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Nada mas alejado de la realidad de esta milenaria institución. En el 2016 el papa Francisco les hablo fuerte a los obispos mexicanos reunidos en la Catedral de la Ciudad de México: les dijo entre otras cosas:
“no se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa; no pongan su confianza en los «carros y caballos» de los faraones actuales, porque nuestra fuerza es la «columna de fuego» que rompe dividiendo en dos las marejadas del mar, sin hacer grande rumor (cf. Ex 14,24-25).” Citando el Segundo libro del Pentateuco, el Éxodo, que se refiere a los judíos huyendo de la esclavitud en Egipto. En este caso equiparaba a los obispos mexicanos a las tropas del Faraón y les auguraba un desastre.
Continuó con sus recomendaciones: “En las miradas de ustedes, el Pueblo mexicano tiene el derecho de encontrar las huellas de quienes «han visto al Señor» (cf. Jn 20,25), de quienes han estado con Dios. Esto es lo esencial. No pierdan, entonces, tiempo y energías en las cosas secundarias, en las habladurías e intrigas, en los vanos proyectos de carrera, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubs de intereses o de consorterías.”
Francisco iba llegando al reencuentro de Jesús con los Apóstoles después de su Resurrección, En definitiva, Bergoglio proponía a los obispos regresar a los Principios, retomar los orígenes del cristianismo primitivo y deshacerse de las tentaciones de una iglesia al servicio de las oligarquías y los poderosos. Quienes tratan de aplicar categorías de tiempos electorales tienen la tentación de llamarles progresistas o renovadores.
Después del Edicto de Milán (313) y el Concilio de Nicea (325) se inicia una larga marcha de lo que se conoce como el Proceso de Constantinización de la Iglesia Católica y su articulación como una institución o un aparato de Estado, este proceso es llamado la Tradición, a la cual quieren apegarse quienes de presentan como ortodoxos y que los politólogos tienen la tentación de llamarlos conservadores.
Diecisiete siglos después volvemos a encontrarnos con la misma disyuntiva, es importante recordar que el Concilio Vaticano II se proponía volver a los principios enunciados en las Sagradas Escrituras, el papa Paulo VI continuó con los planteos del Concilio y supuestamente continuarían con Juan Pablo Primero, quien falleció en circunstancias que aún hoy resultan controvertidas. Sustituido por Karol Wojtyla, quien se asumiría como Juan Pablo II y luego Joseph Ratzinger quienes congelaron las “novedades” del Concilio, qué simplemente planteaba volver a los Principios y tomar distancia de las oligarquías y los poderosos.
La crisis de la Iglesia Católica es evidente, las vocaciones religiosas se han desmoronado y los “ortodoxos” han fracasado, sus templos están vacíos y en muchos casos terminan vendiéndolos al mejor postor. La Iglesia católica crece en las “periferias”, donde el compromiso cristiano es patente, donde es minoría como en la India, en Timor la Iglesia dirigió la lucha por la liberación nacional contra la dominación de Indonesia. En África tiene un papel importante en la construcción de nuevos países como Sudan del Sur o la República Democrática del Congo. Es allí donde predomina el proyecto de Francisco de volver a los Principios del cristianismo primitivo y se abren nuevas perspectivas para el catolicismo.
Los llamados ortodoxos quieren volver a los tiempos de la Iglesia como aparato de estado, por eso defienden la Tradición iniciada con el proceso de cooptación de la Iglesia y el cristianismo por el Emperador Constantino. En un largo proceso histórico de cientos de años la institución creció protegida por los Estados, actualmente los creyentes desconfían de los Estados y de sus agentes. Francisco logro tomar distancia de los poderosos, tratando de convencerlos que lo mejor es volver a los Principios y por ello hizo cambios profundos en la organización eclesiástica.
La moneda está en el aire: continuar volviendo a los Principios del Evangelio, como lo propuso Francisco o continuar con una Iglesia al servicio de los poderosos como proponen los ortodoxos que quieren mantener la Tradición.
Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH