El Papa Francisco en su Visita Apostólica a Indonesia, le habló fuerte al presidente de ese país y le reclamó que faltaba la construcción de un clima de respeto a las distintas religiones, incluida la Iglesia Católica que allí es minoritaria: “a pesar de las persuasivas declaraciones políticas, hay muchas situaciones en las que falta un efectivo compromiso, de amplias miras, para construir la justicia social”, también le recordó que “en el reconocimiento de la presencia de una legítima pluralidad, en el respeto a los Derechos Humanos y políticos de todos los ciudadanos, (es importante) el apoyo al crecimiento de la unidad nacional basada en la tolerancia y respeto a los demás”. Para ello es indispensable “La armonía en el respeto a las diferencias, lo cual logra cuando cada opinión particular tiene en cuenta las necesidades que son comunes y cuando cada etnia y confesión religiosa actúa con espíritu de fraternidad, persiguiendo el noble objetivo de servir al bien de todos.”
Nuestros lectores estarán de acuerdo con estos postulados, pero la pregunta es si la Iglesia Católica aplica estos criterios en México y los países latinoamericanos donde tiene una posición mayoritaria, con una larga presencia histórica que se remite a los orígenes de las antiguas colonias españolas y portuguesas. Mientras que Francisco exige respeto en Indonesia, el país con mayor población musulmana en el mundo, vemos con preocupación que en México los evangélicos son cruelmente expulsados de sus comunidades de origen, por los católicos que hacen acuerdos de asambleas según los cuáles toda la población debe ser miembro de esta iglesia.
Las autoridades eclesiásticas católicas explican a la prensa que no están de acuerdo con las expulsiones, pero no hacen nada para que sus feligreses cambien de actitud y le dejan la tarea a las autoridades políticas, quienes también dicen que se están ocupando del asunto, aunque tampoco se perciban sus acciones, cabe mencionar que esto sería un tema para las autoridades del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, o la Dirección General de Asociaciones Religiosas y otras áreas de la Secretaría de Gobernación dedicadas a la “reconstrucción del tejido social”, lo más probable que estén sumamente preocupados por ver cómo viene el recambio en las autoridades que asumirán en octubre y tienen fuertes preocupaciones por su estabilidad laboral.
La lista de presuntos involucrados no termina aquí, el Sistema Universitario Jesuita ha desarrollado un sistema de posgrado en derechos humanos y la Compañía de Jesús, y otras órdenes y congregaciones religiosas, además de varias diócesis católicas, han fundado un importante sistema de organizaciones no gubernamentales dedicadas a la protección de los derechos humanos y recientemente presionaron a las candidatas y el candidato presidencial para que firmaran sendos compromisos de respeto y los derechos humanos y la construcción de la paz.
También en el mundo evangélico hay varias organizaciones que en su momento se destacaron por defender los derechos religiosos de los evangélicos perseguidos por practicar su religión, derecho que fue consagrado en la Ley de Libertad de Cultos de 1860, por quienes dicen que fue “el mejor presidente de México, el Lic. Benito Juárez García”, a quien constantemente citan y alaban por afirmar “que el respeto al derecho ajeno es la paz”. Recuerdo con nostalgia las movilizaciones de CONFRATERNICE por la paz en Chiapas, defendiendo a los evangélicos expulsados y asesinados, a fines del siglo pasado.
El asunto es que los evangélicos expulsados de sus comunidades en el estado de Oaxaca, de Hidalgo y otros estados no pueden volver a sus comunidades, perdieron todos sus bienes, les destruyeron sus viviendas y quemaron sus templos, tienen que vivir fuera de su terruño en condiciones deplorables y sus hijos no pueden asistir a las escuelas, ante la indiferencia de los funcionarios gubernamentales y la complicidad de los jerarcas religiosos, quienes en una perspectiva de su propia ideología, piensan o están convencidos que “eso les pasa por salirse de mi iglesia”. El asunto involucra también a otras iglesias evangélicas qué acostumbradas a un trabajo denominacional, no incluyen en sus esquemas de trabajo la solidaridad con otras denominaciones cristianas. Cómo dijeron alguna vez “muchos son los llamados y pocos los escogidos”.
Recuerdo que el papa Francisco regresando de su primer viaje a Río de Janeiro, en julio del 2013 dijo: “Me siento jesuita y pienso cómo jesuita. No hipócritamente, sino que pienso como jesuita”. Hay quienes están muy preocupados por el sexto mandamiento, pero todavía no llegaron a algo más elemental cómo “el amor al prójimo”.
Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH.