A casi dos meses de iniciar su sexenio, que no su gobierno, la primera presidenta de México ha demostrado que los suyo es claudicar. Nada extraño, si tomamos en cuenta que ese fue el sello del gobierno de López Obrador y ella ha dejado en claro que su misión es la continuidad. A confesión de parte…

La claudicación de Claudia no es hacia la democracia y el empoderamiento de los ciudadanos, tampoco hacia el modelo de república populista autoritaria trazado por el único personaje que -tras dejar la silla del águila- sigue siendo nombrado como “el presidente”, tampoco hacia el modelo de seguridad que priva desde 2018 y que ya le han sumado a su cuenta personal miles de muertos en menos de 60 días.

La claudicación de Sheinbaum es hacia sí misma y su lugar en la historia nacional. Sin embargo, eso tampoco es raro, puesto que sigue fielmente las huellas que el primer gobierno de supuesta izquierda, que fue todo menos izquierda democrática real y claudicó en sus ideales opositores para abrazar el populismo autoritario.

Esto se hace evidente al observar dos condicionantes al nuevo y breve gobierno: el nuevo Estado Mexicano que se está creando con el hiper reformismo autoritario que le ha sido legado, restrictivo para su accionar como gobernante. Esto mientras se acumulan evidencias de su falta de control de la grey guinda, ya sea por falta de liderazgo o porque el pastor está muy lejos, quizá en la Chingada.

El diseño constitucional de México fue, en muchos sentidos, reformado una y otra vez durante decenios. Sin embargo, en ningún caso se vio un paquete de reformas constitucionales como el que el expresidente López presentó el pasado 5 de febrero, que la actual presidenta abrazó como un dogma. La naturaleza clientelar, autoritaria, antidemocrática que caracterizó el sexenio obradorista quedó plasmada en la Carta Magna de forma tal que la presidenta se viera constreñida, voluntariamente.

¿Crisis financiera?, no importa los apoyos son constitucionales y solo los conservadores neoliberales quieren eliminarlos. ¿Crisis de seguridad y militarización?, se debe cuidar a los criminales que también son pueblo y la Guardia Nacional nunca fue planteada como un ente civil, sino como una adición las fuerzas armadas para apoyarse en ellas, además de servir para tener contento a Trump en su primer mandato. ¿Reformas energéticas, laborales y de contrapesos que establece el T-MEC?, ya se dijo desde las mañaneras originales: la prioridad es la soberanía, entendido como la posibilidad de poder hacer y deshacer al gusto del líder fundador y no del gobierno electo por 36 millones de votantes.

Y si acaso no basta, no olvidemos que los electores que dieron esos 36 millones de votos no sufragaron por CSP, sino porque AMLO les dijo una y otra vez cómo debían hacerlo. Y esos mismos millones podrían revocar el mandato de la actual presidenta en 2 años, de no seguir el camino ya marcado.

La gran diferencia entre el maximato callista y el naciente maximato obradorista es que el primero se basaba en la fuerza política del máximo líder de la revolución. El segundo tiene, además, la fuerza de la constitución para que su proyecto e influencia se convierta en un hecho transexenal.

Al aceptar esto, quizá porque no existe otra opción, la primer primera mandataria ha claudicado en hacer su gobierno algo más que un mero símbolo de supuesto avance feminista en el gobierno federal.

El modelo financiero de su gobierno, de seguridad, régimen político, el discursivo y económico ya han sido establecidos mucho antes de su toma de protesta. Esto le impide tomar acciones profundas y reales para ser un gobierno que empodere verdaderamente a las mexicanas más allá del discurso o que permita un renacimiento democrático del Estado, so pena de salir volando como una corcholata a la que le sacudieron demasiado la botella.

La falta de liderazgo al interior del “movimiento” se evidenció de múltiples formas desde el dedazo que la designo como sucesora, en diciembre de 2021: las giras interminables a la sombra del caudillo, la utilización de precampañas fuera de lo normado, las perennes menciones en el foro mañanero, la intervención económico-electoral del gobierno denunciada por Ebrard desde la precampaña, la utilización del ejército electorero llamado “servidores de la nación”. A diferencia de su antecesor, el escenario desde su elección nunca le perteneció, ni fue cedido de forma pactada.

Todo esto, en lugar de sumar fuerza a su liderazgo, la dejó dependiente y con poca influencia. Esto se pudo constatar desde antes de convertirse en presidenta, la voz generada por Inteligencia Artificial de Martí Batres, quien es señalado como su contrincante político en los corredores del GCDMX, dejó claro que el preferido en el proceso interno de MORENA de la entonces candidata no llegaría a la jefatura de gobierno y se le bajaría de la carrera por “cuota de género”. Esa IA fue profética.

De igual forma, la flamante presidencia perdió la designación de la estratégica Comisión Nacional de Derechos Humanos, uno de los últimos actores institucionales que el tsunami reformador ha dejado con capacidades para objetar legalmente los caprichos constitucionales guindas. Su candidata quedó relegada a pesar de tener mejor historial y ser mejor evaluada que la comisionada presidenta designada por “el presidente”.

Y, por si se necesitará mayor evidencia de su falta de fuerza ante sus compañeros de partido, el legislativo hiperrepresentado pasó de “no cambiar ni una coma” al anterior presidente a, en palabras del diputado presidente de la cámara baja -Ricardo Monreal-, buscar hacer “cirugía mayor” al presupuesto de Sheinbaum. El agua de tamarindo no podría ser más clara.

Ni hablar de las perspectivas que marca la colocación del vástago obradorista en una de las secretarías clave del partido hegemonista y una líder incondicional a AMLO, no a la ex jefa de gobierno, como presidenta de su partido.

Claudia claudicó al liderazgo que, en apariencia, era su derecho desde las urnas y no se ve que pueda convertirse en la figura fuerte que imponga su agenda entre aquellos que no le deben los votos que los encumbraron a nadie más que al mismo caudillo con el que la ex jefa de gobierno está en deuda.

Hace unos meses, en una entrevista para CNNE antes de las elecciones, señalé que CSP tenía la gran oportunidad de ser, además de la primera presidenta de nuestra historia, la mujer que marcaría la diferencia para lograr el renacimiento de nuestro país.

También señalé que, de lo contrario, se transformaría en la presidenta que no fue. Demasiadas señales apuntan  claramente cuál fu su decisión, desafortunadamente.

@HigueraB

#InterpretePolitico

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