El origen del Día del Niño, en México y en el mundo, se remonta a la firma de la Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño en 1924, que reconocía la necesidad de derechos específicos para los niños. En nuestro país, este día se celebra el 30 de abril, lo que me hace reflexionar sobre la irresponsabilidad de nuestro gobierno de mantener un sistema ineficaz e inequitativo en materia educativa, que se puede sintetizar en cuatro grandes problemas: 1) una matrícula incompleta y una baja eficiencia escolar, que deja a muchos niños y jóvenes fuera de la escuela, 2) la falta de presupuesto educativo, que se traduce en una pobre infraestructura, equipamiento y materiales escolares, así como la falta de una variedad de profesores (inglés, música, deportes, etc.), 3) una pobre formación inicial y continua de los docentes y 4) niveles de aprendizaje insuficientes en todos los grados y asignaturas escolares, lo que se agudiza en las poblaciones más vulnerables.
Al respecto, vale la pena recordar que la UNESCO publicó un informe en 1996 titulado La educación encierra un tesoro, encabezado por Jacques Delors (de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI). A casi 30 años de su publicación, este informe sigue vigente para México, cuyo sistema educativo adolece de muchos problemas, añejos y nuevos. La premisa fundamental del informe se centra en el papel crucial de la educación como motor de desarrollo social, económico y humano, destacando que las reformas educativas deben ser concebidas a largo plazo, con participación comunitaria y adaptadas a contextos específicos. Uno de los aspectos clave del texto es la crítica a las reformas impuestas desde arriba, las cuales suelen fracasar. La Nueva Escuela Mexicana (NEM) es un ejemplo de esta crítica, toda vez que fue diseñada, extrañamente, desde la Dirección General de Materiales Educativos (SEP), con una participación simulada de los docentes de “todo el país”. Los fracasos de la NEM son evidentes, no solo por sus mal logrados libros de texto gratuitos (evidenciados por especialistas de las distintas disciplinas), sino por su pésima implementación y falta de capacitación docente (documentada por estudios de opinión).
Otro aspecto fundamental es el reconocimiento que en el diseño de políticas educativas debe tener el docente, que en general se siente aislado y sobrecargado de actividades burocráticas. Por ello, se sugiere una mejora sustancial en su formación inicial y continua, condiciones laborales adecuadas, y un diálogo renovado entre docentes, sociedad y gobierno. Asimismo, la educación debe concebirse como un bien público que garantice la igualdad de oportunidades, lo cual requiere de un fuerte financiamiento gubernamental, apoyado de capital privado. México no ha invertido lo suficiente en educación; basta con compararlo con Chile (el doble) o con el de Dinamarca (cinco veces mayor). Esto trae como consecuencia que una gran cantidad de escuelas de educación básica y media superior carezcan de agua potable, electricidad, conectividad, baños, instalaciones para personas con discapacidad y materiales para alumnos especiales (sordos, ciegos, etc.).
Finalmente se hace referencia a la inminente necesidad de revertir los rezagos educativos en materia de aprendizaje y a la gran inequidad en la distribución de los recursos cognoscitivos entre las distintas poblaciones de un país. Este es el caso de México, cuyos estudiantes indígenas, de zonas rurales y en condición de pobreza aprenden sustancialmente menos, lo que impide su desarrollo humano y cancela sus oportunidades sociales y económicas. La metáfora final del informe destaca a la educación como un tesoro heredado que no debe perderse, sino valorarse como el mayor patrimonio de la humanidad.
Ojalá y nuestras autoridades gubernamentales entendieran que lo que realmente importa en educación es el aprendizaje y el bienestar de los niños y jóvenes, y no el control sindical de los docentes (aunque éste de muchos votos).
Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa, A.C. @EduardoBackhoff