El sábado 5 de diciembre pasado celebramos el décimo aniversario de la apertura de Caracol, Centro Científico y Cultural de Ensenada: museo y acuario cuya temática central es la península de Baja California. Aunque conmemoramos una década desde su inauguración, en realidad han transcurrido cerca de 27 años desde que un grupo de ciudadanos ensenadenses nos propusimos hacer realidad un sueño quijotesco: que la ciudad contara con un espacio que mostrara a locales y visitantes las maravillas naturales del mar, la tierra y el cielo de esta magnífica península bañada por el océano Pacífico y el golfo de California (o mar de Cortés).
Debido a que el golfo de California es una de las zonas marinas con mayor biodiversidad del planeta —alberga miles de especies de peces, mamíferos marinos, aves y corales en un espacio relativamente pequeño y con ecosistemas muy variados— Jacques Cousteau la llamó el “Acuario del mundo”. Las características únicas de la península y sus mares dan origen a una flora y fauna excepcionales. Su flora terrestre se estima en alrededor de 4000 especies, de las cuales 30% son endémicas. Existen cerca de 19 áreas naturales protegidas que suman poco más de 43 millones de hectáreas. Las costas del Pacífico y del golfo proveen dos terceras partes de la pesca comercial del país y son hábitat de especies emblemáticas, como la ballena gris, que migra más de 15 000 kilómetros desde Alaska y Rusia para reproducirse. El golfo es refugio de varias especies protegidas, como la vaquita marina, la totoaba y el tiburón ballena. En cuanto al cielo peninsular, destaca que es uno de los mejores lugares del planeta para la astronomía; por ello se construyó en la sierra de San Pedro Mártir el observatorio de la UNAM.
Los museos y acuarios son indispensables para una ciudad porque: 1) preservan y difunden el patrimonio natural, histórico y cultural; 2) educan a la población y fomentan el pensamiento crítico y la conciencia ambiental; 3) funcionan como centros de investigación y conservación de especies y ecosistemas; 4) impulsan la identidad local y fortalecen el sentido de comunidad; 5) atraen turismo y generan beneficios económicos; y 6) ofrecen espacios seguros de recreación, convivencia y aprendizaje para todas las edades. A pesar de ello, los gobernantes rara vez reconocen su importancia y destinan pocos recursos para su construcción, operación y mantenimiento. Por esta razón, en 1998 formamos una asociación civil que, después de 17 años, logró inaugurar el Museo Caracol con la sala de La Tierra. Desde entonces hemos montado diversas exposiciones temporales; la más reciente, sobre los dinosaurios, que incluyó especímenes que habitaron la península hace millones de años.
Quiero destacar que este gran proyecto ciudadano ha sido resiliente ante numerosas adversidades, empezando por las económicas, la escasa colaboración gubernamental y privada, y la oposición de algunos ciudadanos. Afortunadamente, el sector científico colaboró en la definición de sus ejes temáticos; el gobierno de Baja California y el federal financiaron el diseño museológico y museográfico; en 2004 obtuvimos la concesión del terreno de la ZOFEMAT; en 2006 se colocó la primera piedra; en 2015 inauguramos la primera sala del museo y en 2016 abrimos el Planetario. A inicios de 2018, el gobierno estatal otorgó un apoyo modesto para renovar algunas de las pocas exhibiciones existentes.
Después de 27 años de trabajo voluntario y constante, aún no hemos podido concluir la Sala del Cielo ni, mucho menos, la Sala del Mar y el Acuario, considerada la “joya de la corona”. Las tres donaciones más recientes provienen de la iniciativa privada: 1) el Acuario de Monterey (California) nos donó la exhibición “Viva Baja”, que estaba desmontando; 2) la empresa ECA Energy —una trasnacional ubicada en Ensenada— financió el traslado e importación de dicha exhibición; y 3) la empresa AquaFarm costeó una exposición temporal sobre el atún y está por financiar otra sobre el tiburón blanco.
Sin embargo, el actual gobierno morenista no nos ha brindado apoyo alguno, pese a que la directora ejecutiva de ECA Energy se comprometió públicamente a aportar un peso por cada peso que destinara el gobierno de Baja California. Tampoco el gobierno municipal ha cumplido su promesa de gestionar recursos federales para renovar la incipiente Sala del Cielo. Pareciera que a MORENA —que presume de ser humanista— no le interesa respaldar los espacios culturales, tan necesarios para que niñas, niños y jóvenes tengan oportunidades de aprender y convivir en un entorno sano, en medio de una comunidad afectada por la inseguridad y las adicciones. Quienes hemos trabajado en este proyecto por más de un cuarto de siglo no desistiremos. Seguiremos adelante hasta que nuestro sueño se haga realidad, con o sin el apoyo de los gobiernos, aunque nos tardemos otro cuarto de siglo para terminarlo.
Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa, A. C.
@EduardoBackhoff

