Quisiera compartir con los lectores la más impactante experiencia de mi actividad periodística cuando viví de cerca un terrible acto terrorista que tuve ocasión de recordar con motivo del Premio México de Periodismo que me concedieron la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos y el Colegio de Licenciados en Periodismo, que mucho les agradezco. En el marco de la escalada terrorista que experimenta la población civil de Gaza, la rememoración de la masacre acontecida en los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972 refuerza, después de medio siglo, la desoladora sensación de que la espiral de odio entre judíos y palestinos no tendrá fin.

En esa época era cronista deportivo en el Canal 8 de TV, donde nos esforzábamos por competir con Telesistema Mexicano. Los directivos del Canal no querían autorizarme viajar a Alemania

porque Telesistema tenía la exclusividad de las transmisiones, pero con la audacia que da la juventud logré convencerlos y fui enviado como reportero para cubrir el ambiente de los Juegos. Los dramáticos acontecimientos posteriores mostraron que no fue una mala decisión.

Por una extraña razón yo era el único reportero de la televisión mexicana que se encontraba presente en Munich porque Telesistema decidió que sus cronistas narraran los eventos desde los estudios que acababan de abrir en Madrid, donde recibían la señal proveniente de Múnich.

La mañana del 5 de septiembre me levanté muy temprano para cubrir la rueda de prensa que ofrecería a las 7:00 am Mark Spitz, fenomenal nadador que fue la estrella de esos Juegos. Cuando llegué al comedor de la Villa de Prensa me intrigó verlo desierto. En la entrada había un aviso cancelando la conferencia. Ese especial olfato que guía al reportero me indicó que algo grave ocurría. Me dirigí a la Villa Olímpica y descubrí una inusual movilización originada porque el grupo terrorista palestino “Septiembre Negro” se apoderó de los departamentos de unos atletas israelíes a los que retenía como rehenes exigiendo la liberación de algunos de sus compañeros encarcelados en Israel. Me lancé como rayo hacia las cabinas telefónicas ya atestadas de compañeros de todo el mundo. El celular no estaba siquiera en el horizonte de la imaginación. A empujones logré ocupar una y comunicarme poco después de las 12 de la noche de México con el noticiero que conducía Guillermo Ochoa. Pepe Cárdenas que estaba a cargo de los corresponsales recibió mi llamada y logré pasar al aire con la exclusiva, ganándole la nota a la televisora rival.

La Villa Olímpica quedaba como a un km de las instalaciones de prensa, desde donde narré en vivo el movimiento de los helicópteros que sacaban a los terroristas y sus rehenes para trasladarlos a un aeropuerto militar al que no logré llegar porque el camino estaba cerrado. Pese al bloqueo policiaco obtuve y transmití la información de la tragedia acaecida cuando la policía alemana trató de rescatar a los rehenes y el intento acabó con la muerte tanto de los terroristas como de los deportistas israelíes.

Es triste que el odio recíproco repita acontecimientos tan dolorosos una y otra vez. Pero la amarga experiencia se combinaba paradójicamente con la satisfacción del triunfo periodístico sobre los competidores, competencia que terminó cuando Telesistema y la empresa del Canal 8 se fusionaron para crear Televisa.

Constitucionalista y Magistrado en Retiro.

@DEduardoAndrade

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