La búsqueda de la igualdad entre hombres y mujeres empieza a tener un preocupante efecto adverso que está propiciando una intensa separación entre ambos sexos. En el Día Internacional de la Mujer se expresaron justificados reclamos sobre la necesidad de avanzar en el reconocimiento de los derechos de las mujeres en todas las actividades, particularmente aquellas donde se encuentra aún en desventaja y, por otra parte, intensificar el combate a la violencia ejercida contra la mujer de diferentes maneras. Todo esto es válido y merece todo el impulso que se requiera para alcanzar tales objetivos, pero a mi manera de ver falta un elemento fundamental que es la participación de los varones en esa lucha y es conveniente replantear el modelo aplicado a la consecución de la paridad entre los géneros de modo que sus efectos secundarios no provoquen retrocesos o causen daño a la necesaria colaboración entre mujeres y hombres que parece empezar a erosionarse si una sana cooperación se ve sustituida por el enfrentamiento.
Un artículo de la revista The Economist en su número más reciente revela un preocupante distanciamiento en la manera de pensar de cada sexo y particularmente una contraposición creciente entre los posicionamientos de cada uno. La polarización entre hombres y mujeres aumenta aceleradamente en todo el mundo desarrollado. En 2002 la proporción de hombres y mujeres de 18 a 29 años era prácticamente igual entre quienes se ubicaban como liberales o como conservadores. Dos décadas después los jóvenes del mismo rango de edad se han vuelto mucho más conservadores y las mujeres notoriamente más liberales, al grado de que se han distanciado 27 puntos porcentuales.
En una encuesta levantada en la Unión Europea una mayoría de hombres expresaron que el avance de los derechos de las mujeres se ha convertido en una amenaza para las oportunidades de los hombres. Sorprende que los varones jóvenes se muestran más antifeministas que los de mayor edad, contradiciendo la creencia de que cada nueva generación es más liberal que sus predecesoras. En Corea del Sur el 80% de los hombres jóvenes estiman que son víctimas de discriminación, y el 58% de los electores de ese sexo y edad votaron por un presidente abiertamente antifeminista.
El antifeminismo aumenta considerablemente en los jóvenes varones veinteañeros, porque sienten que la competencia femenina les afecta en el desarrollo de sus carreras, en tanto que los hombres de mayor edad ya asentados en sus trabajos, tienen menos resistencia al feminismo.
El artículo concluye señalando que ninguno de los dos lados en pugna ha hecho lo necesario para detener la creciente división entre hombres y mujeres, pero también alude al surgimiento de algunas propuestas para concertar acciones que propicien un reacercamiento. Esta nueva perspectiva debe imperar en todos los campos donde se requiere la igualación, siempre como un objetivo compartido entre los dos géneros. Se trata de alcanzar conjuntamente, mediante acciones afirmativas, además de la igualdad política, la económica, la social y la cultural; para después pasar a la plena igualdad de oportunidades, sin distinción de sexos, pero siempre teniendo en cuenta que hay otras áreas donde la desigualdad es inevitable, pues somos distintos en lo biológico y lo psicológico.