A principios del siglo XVI, por allá en 1513, Nicolás Maquiavelo, en el exilio, escribió la obra que le daría fama internacional y atemporal: El Príncipe. En ella menciona el poder que tiene un reinado que atraviesa todas las fronteras y el mismo tiempo pareciera no ser una barrera: el de la Iglesia católica. Más de quinientos años después el poder de esta Iglesia se ha diluido, por un lado, por el surgimiento de otras, basada en el Antiguo Testamente, el Corán o el Nuevo Testamento, como por el avance científico y tecnológico que ha provocado que muchos dogmas dejen de serlo y que ha llevado severos cuestionamientos al poder de esta institución. Su poder, sin embargo, sigue vigente.
El Antiguo Testamento es una obra escrita antes del surgimiento del Imperio Romano, en una época en que la humanidad seguía siendo bárbara. La única forma de controlar la parte reptílica de los humanos era a través del control surgido a través del miedo a lo sobrenatural. El castigo a crímenes como robar o matar se darían en el más allá, no en el presente. Indudablemente esto ayudó a la transición de barbarie a civilización.
El cristianismo tuvo un reforzamiento del autocontrol personal: “ama tu prójimo como a ti mismo”, indiscutiblemente la Legislación Romana no había suficiente para templar la parte bestial de la humanidad, como al parecer sigue sin ocurrir. En este contexto es que surgió la Iglesia Católica, que ha servido para dar esperanza a millones de personas que la mayoría de las veces se encuentran en situación vulnerable y que siguen esperanzados a estar mejor en “la vida después de la vida”.
A lo largo de la Historia la Iglesia ha tenido importantes papeles en materia política y económica en el mundo entero. Participó en eventos como “las cruzadas”, fueron los creadores de la “Santa Inquisición”, contemporáneamente se han desatado escándalos de abuso sexual de diversos miembros no sólo de la Iglesia Católica, sino de otras que compiten contra ésta. A pesar de eso, sigue viva. En la semana que cierra, la noticia relevante fue el fallecimiento del Papa, en los próximos días será materia de noticias, y especulación, la elección del siguiente.
En no pocas ocasiones esta institución ha tenido contribuciones importantes a la humanidad como en la creación de asilos y orfanatos. Pero el poder que sigue teniendo sobre parte de la humanidad es innegable. El mundo ha cambiado y varios sectores de la Iglesia no. Tal vez el ejemplo más dramático es la todavía imposibilidad de que una mujer pueda aspirar a convertirse en cardenal, mucho menos en llegar al Papado.
La iglesia puede hacer mucho por la humanidad. La contaminación y el cambio climático están poniendo en riesgo a la especie humana. Las reglas del libre mercado y las obras voluntarias por ser socialmente responsables no están dando los resultados esperados. La iglesia podría renovar estos ánimos para revertir esta barbarie ecológica. Lo mismo podría ocurrir en materia de seguridad social: una Iglesia progresista podría, desde su trinchera, favorecer a millones de trabajadores que no cuentan con ningún tipo de seguridad social.
Hay muchos temas en los que la Iglesia podría hacer algo por tener una mejor humanidad. En gran medida dependerá del nuevo sumo pontífice cuál es el camino que sigue esta institución milenaria, que, a pesar de todo, al paso del tiempo ha perdido poder.
Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM.