A finales del milenio pasado, Colombia fue considerada por algunos prestigiosos académicos como una sociedad propensa al colapso, la violencia era la principal razón por la que se llegaba a esta conclusión. Haití estaba dentro de este grupo de sociedades inviables. Al paso del tiempo, el primer país cambió, de modo tal que, con todo y los problemas propios de los países de la región, ahora no se percibe que se encuentre en el mismo riesgo que antes, mientras que Haití es un país que sigue dando tumbos y no se percibe que se recobre viabilidad en el corto plazo. México ha tenido problemas de seguridad y de violencia desde hace décadas. Al paso del tiempo, el problema no solo no se ha resuelto, sino que parece ser mucho peor.

Hace casi diez años visité con frecuencia el estado de Zacatecas. Más allá del arraigo que tengo en el estado por línea paterna, las visitas eran por un tema de consultoría en evaluación social de proyectos hídricos. En algunas reuniones de trabajo, cuando los funcionarios locales llegaban tarde, lo atribuían a los “difuntitos” que acababan de quedar en el semáforo. Lamentablemente, el tema se empezaba a ver como algo normal, con lo que había que aprender a vivir y agacharse o cubrirse cuando comenzaran los balazos.

Guanajuato es la otra entidad donde tengo arraigo. La situación no es muy distinta: pueblos donde en su mayoría había agricultores y ganaderos empezaron a ser invadidos por grupos criminales. Salir a la calle por la noche dejó de ser una opción y no es muy raro el enfrentamiento entre diversos grupos que ostentan el control de “la plaza”.

Lo mismo ocurre en otros estados. Probablemente, la principal demanda de la población de nuestro país es la de seguridad. Los gobiernos en turno no han encontrado la bala de plata que permita acabar de una vez por todas con esta hidra. Por lo tanto, marchar contra la inseguridad es un acto legítimo y una demanda justa de parte de la población. Lo mismo ocurre cuando los colectivos femeninos se manifiestan contra el acoso y la desigualdad de oportunidades en el mercado laboral. Mientras esos problemas no se resuelvan, sin importar el color del partido en el poder, se seguirán dando movimientos que protesten contra la falta de seguridad.

El contexto de la revisión del T-MEC abrirá las puertas para que nuestros vecinos del Norte establezcan como condición para seguir con el tratado el que se acabe o reduzca la violencia a niveles manejables y donde se note la presencia del Estado. Como en otros casos, es una vergüenza que la solución a algunos problemas tenga que ser exigida por otros países y no sea provocada por las demandas sociales nacionales.

El crimen, la violencia y corrupción pueden verse como la fauna nociva que se llega a tener en casa cuando no hay limpieza y la basura se acumula: moscas, cucarachas y ratas tendrán un festín. En la medida que se tire la basura y se limpie, la fauna no tendrá de qué alimentarse. Conforme se limpien las zonas donde se anidan, como debajo del fregadero o la estufa, pronto la fauna desaparecerá o será mínima. Algo semejante debemos hacer a nivel nacional: limpiar la casa y reducir los espacios que permiten que haya violencia o corrupción.

Si el gobierno actual logra reducir el crimen y la violencia a niveles manejables, probablemente asegurará un sexenio más de permanencia en el poder. Como en otros casos, esto no se hace solo: al igual que en la limpieza del hogar, deben participar todos los miembros de la familia. El tema es real y debe resolverse, tal vez después de que se recupere la paz y se acabe con el crimen y la violencia, estaremos en condiciones de, ahora sí, convertirnos en un país desarrollado.

Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM

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