Estamos frente a un ciclo de hostigamiento sistemático de quienes perdieron sus privilegios, de quienes dejaron de recibir jugosos contratos y concesiones o dinero del gobierno. Estamos siendo atacados por una oposición moralmente derrotada, se encuentran hundidos en el fango y en lucha constante por no ahogarse. Estos grupos no solo perdieron el poder que creyeron les pertenecía casi por linaje o cual título nobiliario, sino que se han autocondenado a vivir iracundos, golpeando bajo, entre furias y medusas tratan de impedir que haya una más digna representación de la oposición, se ubican en el quinto y sexto círculo del infierno si nos ponemos a juzgar como ellos de forma Dantesca.

La oposición se aferra a montarse en una postura tipo apartheid, con su justa dimensión, aunque bastante similar, nos han pretendido negar a todas y todos los “sin clase” según ellos, el acceso a espacios tanto públicos como privados. Hoy vemos un nado sincronizado de medios comprados, plumas pagadas que cuestionan a quienes, sin saber la procedencia del recurso empleado, comen en determinados restaurantes, viajan, opinan sobre el lugar en que se hospedan o si transitan en plena libertad por el mundo. No están interesados en una verdadera transparencia o rendición de cuentas, sino que su motor es lograr un sistema de privilegios que solo incluya a los con clase (así se asumen ellos) y excluya a los sin clase (el resto de nosotros) también pretenden que cedamos en la narrativa e instalar en el imaginario colectivo que no hay diferencias entre un proyecto y otro.

Su debate no es ideológico, ni programático, menos aún defienden una agenda mucho más robusta de derechos, sus esfuerzos se han centrado en decir: ellos no son mejores, son iguales a nosotros (viajan, comen, se visten) olvidando recalcar que la gran y mayor de las diferencias es que la oposición ejercía sus libertades y derechos con cargo al bolsillo de la gente, al erario público...

La reflexión que debemos hacer es si debemos ceder en su narrativa, ya nos cuestionan el por qué comprar en tal o cual supermercado, si nos hospedamos en tal o cual hotel, si gozamos del privilegio de calzar tal o cual zapato y hasta del por qué algunos viajan en primera siendo “de segunda” según ellos; pero ¿Cuánto más debemos ceder y conceder? Su atrevimiento va más allá de lo público.

La discusión, lo verdaderamente relevante sería analizar si el recurso con el que se accede a estos derechos es a cargo del erario o es propio. Para el caso de emplear recursos propios, los ahorros y que, a diferencia de ellos, lo que se use sea fruto del trabajo por el cual legalmente se nos retribuye por un servicio, estaríamos en total libertad, a conciencia de cada persona hacerlo en los momentos oportunos y que corresponda, eso es personalísimo y subjetivo. El derecho no nos lo da o quita la oposición.

La recreación (artículo 24⁰ DUDH), la libertad de viajar (artículo 13⁰, DUDH), están estrechamente relacionados, se podrán ejercer bajo el principio de la no discriminación (artículo 2⁰, DUDH) y son aplicables para todas las personas en su conjunto, independientemente de si la oposición lo aprueba o no. Y para el caso de nuestro movimiento, cualquier decisión sobre el no ejercicio o las formas en que se deben ejercer estos derechos le corresponde a la militancia y a los actores definirla, no a la oposición.

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