El mundo enfrenta desafíos complejos y entrelazados, entre ellos la discriminación que se agudiza y nos condiciona en nuestro proceso evolutivo.

Las personas que toman la decisión de migrar a otro país lo hacen con plena conciencia de que en su mochila de partida no cabe toda una vida y, por lo tanto, se enfrentarán a la pérdida del entorno familiar, su cultura, las redes inmediatas de apoyo, es decir, implicará una transformación profunda que afecta todo su mundo tanto a nivel humano, como emocional.

La comunidad mexicana que migra, nuestros paisanos, son las personas más trabajadoras y dispuestas, que viven las experiencias más difíciles ante el sentimiento de desarraigo y la profunda sensación de pérdida. Ser mexicano en un país que no es México es tener un vacío, enfrentarse al duelo de dejar la cultura más llena de historia, las más enriquecedoras tradiciones y la lengua materna, estar lejos de su familia mexicana, que es sinónimo, en la mayoría de los casos, de unión y solidaridad.

El proceso de migrar es un proceso de reconstrucción de la propia identidad en un contexto, cultura, comunidad y destino desconocido, mientras se soporta el peso de jornadas extenuantes, la soledad y el duelo por haber dejado atrás aspectos fundamentales del propio ser.

Ya sea en Estados Unidos o cualquier otra parte del mundo, no debería ser considerado un delito, nadie es delincuente si lo que se busca es el progreso, mejorar la economía, abonar en el desarrollo del país al que se llega.

La comunidad mexicana migrante, en EU, por ejemplo, tiene aportaciones significativas a la economía de ese país, representan una parte fundamental de la fuerza laboral en sectores esenciales como la agricultura, la construcción, la manufactura y los servicios en su conjunto; sin esta importante contribución, muchas industrias enfrentarían escasez de trabajadores.

De acuerdo con estudios migratorios recientes, los inmigrantes aportan anualmente más de $2 billones a la economía de Estados Unidos, siendo las personas mexicanas una de las comunidades más grandes entre los inmigrantes, lo cual quiere decir que su contribución no es nada despreciable.

Diversas publicaciones afirman que las personas mexicanas migrantes son emprendedores activos, poseen más de 400 mil negocios en Estados Unidos, generando miles de empleos y estimulando economías locales, incluso refieren que los migrantes contribuyen a los ingresos fiscales del país a través de impuestos. El estimado de captación de impuestos locales y estatales provenientes de los inmigrantes indocumentados, es alrededor de $11.7 mil millones en impuestos.

Para el caso de nuestro país, los mexicanos que trabajan en los Estados Unidos de América, también aportan una cantidad importante de ingresos en remesas. Se estima que las remesas enviadas a México son de poco más de $60 mil millones, lo cual representa estabilidad económica para muchas familias y comunidades.

Por donde se vea, migrar no es un delito, no podría considerarse delito ni tratarse así al ejercicio de un derecho humano fundamental, la búsqueda de una vida mejor, migrar es la muestra más contundente de resiliencia y esperanza en un solo mundo para todas y todos.

Maestra en Derecho Constitucional

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