Durante los últimos años, las remesas han sido la joya de la corona del gobierno mexicano. Y es que, desde hace ya más de 10 años, pero particularmente a partir de la pandemia, se han registrado niveles históricos en el envío de dinero a México desde Estados Unidos.

Si bien este incremento en el monto de las remesas ha respondido, entre otros factores, al comportamiento de los mercados laborales en EU, así como a la propia situación económica de México, el gobierno mexicano ha presentado este fenómeno como uno de sus principales logros de gobierno.

En días recientes, la iniciativa de ley en materia presupuestaria One Big Beautiful Bill ha puesto al centro de la agenda pública el tema de las remesas. La propuesta, que actualmente está por discutirse en la Cámara de Senadores de EU consiste, entre otras cuestiones, en la aplicación de un impuesto especial del 3.5% al envío de remesas por parte de migrantes no ciudadanos estadounidenses.

De aprobarse, esta medida tendría un impacto considerable: se calcula que, sobre el total de remesas recibidas por México en 2024, el impuesto equivaldría a un monto de hasta 2,266.1 millones de dólares.

Más allá de los datos macro, los impactos que esta propuesta puede tener al interior del país son diferenciados. En México, la desigual distribución de las oportunidades económicas ha llevado a que un gran número de personas, principalmente de comunidades rurales y marginadas, migren en busca de una mejor calidad de vida. De ahí que sean estas comunidades las que dependen en mayor medida de los ingresos por remesas.

En ese sentido, es importante analizar los municipios que reciben un mayor número de remesas en términos per cápita, dado que aquí el impacto sería mayor. En 2024, los municipios que recibieron mayores montos de remesas per cápita, fueron: Juan Aldama, Zacatecas (11,946 dólares); Magdalena Mixtepec, Oaxaca (9,609 dólares); Tulcingo, Puebla (7,938 dólares); Juchipila, Zacatecas (7,156 dólares); Mariscala de Juárez, Oaxaca (6,534 dólares); Santos Reyes Nopala, Oaxaca (6,424 dólares); Huandacareo, Michoacán (6,029 dólares); Purépero, Michoacán (5,687 dólares); Tlapa de Comonfort, Guerrero (5,319 dólares) y Salinas, San Luis Potosí (5,235 dólares).

Las comparaciones con otras fuentes de ingreso son de consideración. Por ejemplo, el ingreso laboral real promedio de la población ocupada al cierre del 2024 se ubicó en 7,363.33 pesos mensuales, un aproximado de 4,400 dólares al año. Para el caso de municipios como Juan Aldama, las remesas representan tres veces el ingreso laboral, mientras que para los demás municipios también representa un ingreso mayor.

En ese sentido, las remesas no solo son una fuente de ingresos “extra” sino que para algunas comunidades puede representar su principal fuente de subsistencia. Iniciativas como One Big Beautiful Bill, colocan sobre la mesa una discusión mucho más amplia: ¿por qué millones de hogares mexicanos siguen dependiendo de lo que ocurre en otro país?

No se trata solo de negociar un recorte en las tasas impositivas, ni tampoco de si las personas migrantes podrán absorber el costo del impuesto. Se trata de preguntarnos por qué no se han generado las condiciones en el país para ofrecer empleos dignos y oportunidades productivas en regiones como Oaxaca, Guerrero o Zacatecas.

Pensar que las comunidades desean vivir de transferencias externas –o internas– perpetúa una visión paternalista que ignora las verdaderas necesidades de las comunidades, y les niega su autonomía económica. Sin embargo, ante la ausencia de políticas públicas de desarrollo regional, las remesas seguirán siendo un “salvavidas” para la subsistencia de millones de hogares, o por lo menos, hasta que la economía de EU lo permita.

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