A lo largo de los siglos, la relación de la Ciudad de México con el agua ha sido una historia marcada por la adaptación, el temor y ahora la urgencia. En los tiempos prehispánicos, los habitantes de la ciudad se integraban con el agua, utilizando chalupas y chinampas para prosperar en un entorno acuático. Sin embargo, durante la colonia, el miedo al agua se apoderó de la capital debido a las inundaciones recurrentes que podían llegar a ser catastróficas.
Hoy en día, esa relación ha evolucionado nuevamente, esta vez hacia una preocupación por la escasez. La Ciudad de México se enfrenta a una crisis hídrica cada vez más severa y generalizada. El día cero se pronostica para el 26 de junio y los niveles del Cutzamala registran mínimos históricos.
Esta situación se debe a diversos factores, entre ellos la sobreexplotación de acuíferos, que ha llegado a un punto crítico en el que se extrae 2.5 veces más agua de la que se recarga de manera natural, las enormes pérdidas de agua debido a fugas que ascienden a casi la mitad del suministro y una subutilización casi absoluta de las aguas residuales. Además del evidente cambio climático y el descenso en la precipitación en la Ciudad de México y el Área Conurbada.
Ante esta realidad apremiante, el plan "Agua para Todos" propuesto por Santiago Taboada presenta tres grandes soluciones. La primera, "Fugas Cero", busca eliminar el desperdicio de agua reparando todas las fugas en la ciudad. Esto en atención a que más del 40% del suministro de agua potable en la ciudad se pierde en fugas. La segunda, "Trátala Bien", apunta a tratar y reutilizar las aguas grises de los hogares para reducir la carga sobre el suministro de agua potable. Actualmente, el 85% del agua de los hogares se convierte en agua residual potencialmente reutilizable. Por último, "Ciudad Esponja" propone captar y utilizar el agua de lluvia en edificios públicos y mercados, asegurando que cada gota que caiga en la Ciudad de México se convierta en un recurso aprovechable.
Esta última medida ya ha sido llevada a cabo en la alcaldía Benito Juárez donde tuvo resultados exitosos. Desde su implementación se ha logrado una captación récord de 25 millones de litros de agua de lluvia para uso humano, a través de los 6 sistemas hídricos automatizados instalados en los edificios públicos de la alcaldía. La meta es aumentar considerablemente el número de personas que se benefician de la cosecha de lluvia en la ciudad, número que actualmente asciende a sólo 140,000.
Las medidas gubernamentales, sin embargo, no serán suficientes para paliar la emergencia hídrica. Construir una cultura de cuidado del agua es esencial para atender otro factor que agrava la escasez: el consumo excesivo de agua. De acuerdo con SACMEX, cada persona en la Ciudad de México consume en promedio 380 litros de agua diarios. Esta cifra supera cuatro veces la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que es de 100 litros por persona. Ciudadanos, gobierno, industria y sector agrícola debemos colaborar para redefinir nuestra relación con el agua y así garantizar un suministro equitativo y sostenible para todos los habitantes.
Como si los problemas profundos para el abastecimiento y suministro permanente de agua en toda la capital no fueran suficientes, este mes se ha desarrollado una situación anómala en la alcaldía Benito Juárez. Gracias a numerosos reportes de vecinos de la zona norponiente de la alcaldía, se dio a conocer que el agua de esa fracción de la demarcación expedía un olor similar al de la gasolina. El gobierno inicialmente negó que hubiera alguna anormalidad en el suministro y declaró que el agua no representaba ningún riesgo para la salud humana.
Sin embargo, gracias a la presión del bloqueo vial que los vecinos instalaron en Xola e Insurgentes, el gobierno se vio forzado a aceptar la gravedad de la situación. Esto llevó a la clausura del Pozo Alfonso XIII, el cual se determinó que era el origen. Hasta hoy, el gobierno se ha negado a dar una respuesta definitiva sobre la sustancia tóxica en el agua ni sobre la causa de la contaminación. Esta emergencia no pudo llegar en peor momento dada la escasez de agua que aqueja a la ciudad pues, aunque no se dispone de un cálculo preciso de la cantidad de litros desperdiciados por la contaminación, es probable que ascienda a millones.
El futuro de la Ciudad de México y su capacidad para garantizar un suministro de agua constante y equitativo depende de nuestra capacidad para implementar políticas públicas efectivas, adoptar prácticas de conservación del agua en nuestras vidas diarias y trabajar juntos para proteger este recurso para las generaciones venideras. La decisión que tomemos este 2 de junio en las urnas puede ser la diferencia entre la sequía y el suministro asegurado de agua en los próximos años.
Diputada Federal
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