Las elecciones en Estados Unidos, con más de 200 millones de votantes registrados y miles de millones de dólares en juego, son las más grandes del mundo, al menos en términos de importancia.
El candidato que resulte electo tendrá control directo y casi absoluto sobre 5,500 ojivas nucleares (registradas), será el comandante en jefe del ejército más poderoso del planeta y ejercerá un poder político directo sobre regiones enteras del globo. En otras áreas, como gran parte de Latinoamérica y especialmente en nuestro país, su influencia será significativa.
México es el mayor socio comercial de Estados Unidos y, a su vez, Estados Unidos es el mayor socio comercial de México. Casi 50 millones de mexicanos o personas de ascendencia mexicana viven en Estados Unidos, y alrededor de 2 millones de estadounidenses residen en nuestro país, constituyendo el flujo migratorio más grande del mundo. El vínculo con nuestro vecino del norte es innegable y las elecciones en ese país tienen una influencia directa sobre los mexicanos. Por ello, es crucial reflexionar sobre el proceso electoral en Estados Unidos.
Los dos principales candidatos son viejos conocidos en la política de nuestro país, y no precisamente por buenas razones. Donald Trump, el candidato republicano, fue presidente en el mandato anterior. En campaña, se hizo célebre por atacar abiertamente a los migrantes, especialmente a los provenientes de México. Durante su gobierno, su actitud xenófoba se tradujo en muchas acciones: deportó a cientos de miles de mexicanos, incrementó los aranceles e intentó en varias ocasiones desmantelar el Tratado de Libre Comercio.
El actual presidente, Joe Biden, quien supuestamente mantiene una actitud más amistosa hacia México, tampoco ha demostrado demasiadas acciones en esa dirección. Durante su mandato ha tomado medidas drásticas para cerrar la frontera a los inmigrantes ilegales que llegan de Centroamérica a nuestro país. Además, ha apoyado el intervencionismo estadounidense en otros países; como congresista, votó a favor de la guerra de Irak y como vicepresidente, participó y probablemente coordinó el programa "Rápido y Furioso", que permitió abiertamente el espionaje y la comercialización de armas de alto calibre en México a finales de 2009. También, Biden ha sido duramente criticado por su edad, ya que al finalizar el próximo mandato tendría casi 86 años, aunque su rival no se queda atrás en términos de juventud, pues tendría 83 años.
Sin lugar a dudas, la próxima presidenta enfrentará un reto significativo. Deberá lidiar con dos veteranos de la política que, seguramente, buscarán obtener beneficios de las relaciones diplomáticas con México. Tendrá que mantener una posición firme y decidida contra dos hombres que ya han demostrado no tener una actitud precisamente favorable hacia las mujeres y que además, tienen posturas radicalmente diferentes en la forma en que se debe de dirigir la política internacional.
Esta situación se manifestará tan pronto como la presidenta Claudia asuma el cargo, pues México desempeñará un papel estratégico en la guerra comercial entre Estados Unidos y China-Rusia. Por ejemplo, con la inauguración del tren transístmico, programada a principios de sexenio, Claudia se enfrentará probablemente por primera vez con la presión de ambos bandos, pues este se convertirá en la única opción viable para el tránsito de mercancías aparte del Canal de Panamá, y que, debido al calentamiento global, probablemente sea la única opción en un futuro.