Por Octavio Aburto
Investigador del Instituto de Oceanografía Scripps y colaborador para Celsius Talks.
El Golfo de California es una de las maravillas naturales más extraordinarias del planeta. Como científico y como alguien que ha dedicado su vida a la investigación de los ecosistemas marinos, conozco de cerca su riqueza, pero también los retos que enfrenta. La sobrepesca, el cambio climático y la contaminación amenazan la estabilidad de esta región y a las comunidades que dependen de ella. La pregunta ya no es si debemos actuar, sino cómo podemos hacerlo de manera efectiva y sostenible.

Tuve el honor de participar en la Gala Azul, un evento en el Museo del Cárcamo de Chapultepec convocado por Fundación Coppel y BDT&MSD, donde empresarios, académicos, activistas y autoridades reafirmamos nuestro compromiso con la conservación del Golfo de California. Esta noche no solo representó un encuentro de voluntades, sino también la oportunidad de reforzar estrategias concretas para la protección de nuestros mares y costas.
Rocío Abud Mirabent, Directora de Fundación Coppel y Responsabilidad Social de Grupo Coppel, presentó las Áreas de Prosperidad Marina, una iniciativa que busca crear diez zonas de conservación en diez años, beneficiando directamente a 100 comunidades costeras. Su objetivo es claro: integrar la conservación con el desarrollo sustentable a través de gobernanza participativa, inversión en infraestructura y monitoreo adaptativo. La directora Abud Mirabent, con maestría en politica social y planeación, resaltó algo muy importante: "Nuestro modelo de Áreas de Prosperidad Marina tiene el objetivo mejorar el bienestar humano mientras se espera la recuperación ecológica. Si alineamos estratégicamente los esfuerzos de restauración, tanto las comunidades como los ecosistemas pueden prosperar".
No podemos hablar de conservación sin considerar a las personas que dependen del mar para vivir. Como bien señaló Agustín Coppel Luken en su intervención, "El Golfo de California es una de las regiones más ricas en biodiversidad del mundo, pero también es hogar de comunidades que luchan contra la pobreza. Miles de familias dependen de la pesca, del turismo y de los recursos marinos para su sustento". La conservación no puede ser vista como un freno al desarrollo, sino como un modelo de crecimiento sostenible que garantice la salud de los ecosistemas y el bienestar de quienes dependen de ellos.
Durante el evento, también se presentaron otros proyectos de gran impacto, como la reintroducción del cóndor de California en la Sierra de San Pedro Mártir, un logro que demuestra que la restauración de especies y hábitats es posible con compromiso y colaboración. Asimismo, se habló del Programa de Liderazgo en Conservación, que capacita a jóvenes de comunidades costeras en la protección de sus ecosistemas, y de la exposición “Así: Tiburones de los Mares Mexicanos”, una iniciativa que busca sensibilizar al público sobre la importancia de estas especies en el equilibrio marino.

El reto que enfrentamos es enorme, pero también lo es la oportunidad de hacer las cosas bien. Como científicos, empresarios y ciudadanos, tenemos la responsabilidad de impulsar soluciones que garanticen un futuro en el que la economía y la ecología vayan de la mano. Como dijo Agustín Coppel Luken esa noche: "El crecimiento económico, la reducción de la pobreza y la sustentabilidad ambiental no son conceptos opuestos, sino complementarios. No hay prosperidad en una economía que se devora a sí misma y que no respeta la naturaleza".
Desde mi experiencia en la investigación y el trabajo con comunidades costeras, puedo afirmar que la conservación efectiva solo es posible cuando se escucha y se involucra a quienes dependen del mar. Es hora de apostar por un modelo que integre ciencia, políticas públicas y participación ciudadana. No podemos seguir observando pasivamente la degradación de uno de los ecosistemas más valiosos del planeta. La Gala Azul fue un paso importante, pero la verdadera labor comienza ahora.