Ing. Ana Karina Changpo Zepeda
Integrante del Comité de Planeación de la Infraestructura
Colegio de Ingenieros Civiles de México, A. C.
En Asia, Europa y África, la infraestructura se ha consolidado como el eje de estrategias que están redefiniendo la economía global. Corredores ferroviarios de alta velocidad en Europa han reducido tiempos de traslado y fortalecido el mercado interno, mientras que megaproyectos logísticos en Asia conectan regiones enteras para impulsar el comercio. China, con su ambiciosa iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, ha llevado esta visión a otro nivel, creando redes que integran puertos, carreteras y ferrocarriles para enlazar tres continentes. En paralelo, los Estados Unidos de América apuestan por la modernización de puertos y aeropuertos para mantener su liderazgo en el comercio internacional. Estos ejemplos confirman una premisa fundamental: la infraestructura y su planeación no son un gasto, sino una inversión estratégica que define la posición de los países en la economía global.
Para México, la lección es clara. La calidad y funcionalidad de la infraestructura inciden directamente en la productividad, los costos logísticos y la atracción de inversiones. Una carretera bien planeada no solo une dos puntos; abre rutas para el comercio, facilita el transporte de insumos y productos terminados y permite que las empresas se inserten en cadenas globales. De igual forma, la infraestructura portuaria y aeroportuaria amplía la capacidad exportadora y atrae proyectos industriales orientados a mercados internacionales. Cuando estas obras se planifican con visión estratégica, se generan sinergias que reducen costos, mejoran la eficiencia y fortalecen la integración territorial.
Sin embargo, la infraestructura moderna enfrenta un desafío ineludible: el cambio climático. Fenómenos extremos como huracanes, inundaciones y sequías exigen obras resilientes, capaces de garantizar continuidad operativa y seguridad. Esto implica incorporar criterios ambientales en la planeación, adoptar tecnología preventiva, materiales innovadores y prácticas constructivas que reduzcan emisiones y optimicen recursos. La sostenibilidad de la infraestructura deja de ser un valor agregado para convertirse en una condición indispensable que asegura inversiones duraderas y competitivas en el largo plazo.
Más allá de la competitividad, la infraestructura también transforma la vida social. El desarrollo de corredores logísticos y nodos industriales debe prever servicios básicos para la población involucrada que acompañen el crecimiento, evitando asentamientos irregulares y garantizando servicios y condiciones dignas para la población vinculada a estas actividades. Este componente social no puede quedar al margen: debe integrarse en una planeación responsable que asegure funcionalidad y ordenamiento territorial.
Para que la infraestructura sea realmente un motor de competitividad regional, se requiere una visión integral. Movilidad eficiente, sostenibilidad y coordinación entre actores públicos y privados, agua, energía eléctrica, combustibles son piezas de un mismo engranaje. Cada proyecto debe responder a un principio fundamental: traducir inversión en productividad y desarrollo equilibrado y sostenible. Esto implica evaluar no solo el costo económico, sino también el impacto en la conectividad y en la capacidad de las regiones para integrarse a mercados nacionales e internacionales.
La infraestructura no es un fin en sí mismo, sino un medio para construir futuro. Si logramos que cada obra se diseñe con criterios técnicos, sociales, económicos y con visión estratégica, estaremos sentando las bases para una transformación profunda: pasar de la infraestructura como obra aislada a la infraestructura como palanca de desarrollo y competitividad regional. En un contexto global donde la logística define la posición de los países en el comercio internacional, invertir en infraestructura sostenible y eficiente es invertir en crecimiento, desarrollo, seguridad y bienestar.
Desde el Colegio de Ingenieros Civiles de México, subrayamos la importancia de la planeación como herramienta para garantizar que cada proyecto responda a criterios técnicos, genere bienestar y sea sostenible y estratégico. Solo así lograremos que la infraestructura se convierta en un verdadero motor de competitividad regional e internacional y en un factor clave para el desarrollo del país.

