Fernando Peña Mondragón

Coordinador del Comité Técnico de Resiliencia de la Infraestructura del CICM

De acuerdo con la Real Academia Española, Patrimonio proviene del latín patrimonium que significa “bienes que se posee de los padres”. Por su parte, the Heritage Council (el Consejo de Patrimonio) de Irlanda, define al patrimonio como: “es lo que hemos heredado del pasado, para valorarlo y disfrutarlo en el presente, y para preservarlo y transmitirlo a las generaciones futuras”. Esta definición nos indica que esta herencia se debe disfrutar en el presente, pero al mismo tiempo tenemos la obligación de preservarlo para heredarlo a las generaciones futuras. FUNDARQMX de México lo define como: “es lo que tiene valor y es algo subjetivo. Conocer por qué es valioso, nos hace verlo con otros ojos y comenzar a apreciar eso que antes nos era indiferente”. De acuerdo con esta fundación, debemos conocer el patrimonio para poderlo valorar, pero al mismo tiempo, esa valoración es subjetiva y dependerá de quien lo esté observando. En resumen, podemos decir que el patrimonio arquitectónico es: “todo inmueble o conjunto de inmuebles que por sus características poseen algún valor que sea necesario conservar”. Por lo que el patrimonio arquitectónico incluye estructuras prehispánicas, coloniales, centros urbanos o históricos, monumentos, infraestructura (como acueductos, cementerios, mercados, fuentes, parques) y estructuras modernas construidas durante el siglo XX y XXI.

Debido a que el valor patrimonial es subjetivo, alguien lo debe establecer. Desde el punto de vista legal, el gobierno (en sus tres órdenes) es quien le confiere este valor a partir de una declaratoria. Sin embargo, fuera del ámbito legal, el valor patrimonial lo pueden dar otras entidades, como la UNESCO, a nivel internacional. Pero también, los diferentes gremios de profesionistas y principalmente la sociedad civil, los habitantes de las comunidades y los usuarios de los edificios son lo que dotan de valor a estos inmuebles.

En México hay catalogados alrededor de 50 mil sitios arqueológicos, 117 mil inmuebles construidos entre los siglos XVI y XIX, 23 mil inmuebles construidos en el siglo XX y 35 sitios en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Solo en la CDMX hay 15,981 inmuebles catalogados. Sin embargo, de acuerdo con la FUNDARQMX, en la CDMX, existen cerca de 50 mil inmuebles susceptibles de ser considerados patrimonio arquitectónico. Todos estos números nos hacen ver lo basto del patrimonio arquitectónico que hay en México, pero también la cantidad de inmuebles que deben ser atendidos día con día para poder conservarlos, disfrutarlos actualmente y heredarlos a las generaciones futuras. Para ello, debemos conocer nuestro patrimonio, porque lo que no se conoce, no se valora. De este modo, podremos diferenciar entre un edificio patrimonial que debe ser conservado y un edificio “viejo” sin valor que puede ser sustituido por infraestructura nueva. Es fundamental que los especialistas y la sociedad civil conozcan y reconozcan el valor de las edificaciones. Para ello, no basta con que sean expertos en su materia, deben tener también una amplia cultura que les permita entender el patrimonio.

Hasta mediados del siglo pasado se consideraba que la conservación se garantizaba mediante una gran obra de restauración. Se tenía fe ciega en la tecnología y materiales modernos de aquella época, como el concreto y el acero. Se despreciaban los materiales originales y las técnicas antiguas de construcción y no se reconocían claramente los valores patrimoniales, ni la importancia de estudios previos. Con el paso del tiempo estas tendencias han cambiado y actualmente se reconoce explícitamente la salvaguarda de los valores patrimoniales. La conservación se fundamenta en el conocimiento y el entendimiento global del comportamiento de la estructura y de las causas reales de los posibles daños y alteraciones (diagnóstico). Se busca que la intervención sea mínima y respetuosa y se establece la importancia de que la intervención se fundamente en un método científico, mediante estudios previos.

El Comité Científico Internacional para el Análisis y la Restauración de Estructurales del Patrimonio Arquitectónico (ISCARSAH por sus siglas en inglés) de ICOMOS da un conjunto de recomendaciones para el análisis y la restauración estructural, conocidos como los Principios de Conservación o Principios ISCARSAH. De manera sucinta, estos principios son: respeto a la autenticidad estructural, seguridad estructural, mínima alteración o impacto, compatibilidad, no sea invasivo, reversibilidad y remoción, monitoreo y control.

De estos principios, hay dos de suma importancia que se han malentendido o no se han atendido de la forma debida. El primero es “respeto a la autenticidad estructural” y es un principio fundamental de la conservación estructural. Respetar en el sentido de mantener, proteger y entender la estructura original, pues esta forma parte de su identidad y es un valor patrimonial. Se deben evitar intervenciones que alteren o destruyan los elementos estructurales. Para ello, se debe entender la forma en que trabaja la estructura original, sus materiales y técnicas de construcción originales. El segundo es la “seguridad estructural”. Los edificios patrimoniales deben ser seguros para sus ocupantes; por ello, el objetivo principal de cualquier intervención estructural es la de garantizar que los edificios sean seguros para sus usuarios. Es un error pretender regresar la estructura a su condición original, esto significaría repetir los errores del pasado, manteniendo las mismas debilidad y vulnerabilidades. Debido a ello, cada acción que se tome respecto a la conservación debe estar basado en el conocimiento adecuado; no debe estar basado solo en el conocimiento técnico, sino también en la amplia riqueza del patrimonio arquitectónico.

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