Los futuristas rusos coinciden con la Revolución de Octubre, los futuristas italianos con el fascismo de Mussolini y los estridentistas mexicanos con los veintes. Por lo general, salvo el futurismo de Marinetti y el expresionismo abstracto, las vanguardias estuvieron vinculadas con el comunismo, aunque no todas con el Partido Comunista. El estridentismo, que coincidió y se enfrentó con el grupo de Contemporáneos, fue dejado de lado durante décadas. No es casual que dos extranjeros, radicados en México, el añorado argentino Luis Mario Schneider y la suiza Silvia Pappe, fueron los que abrieron brecha en el tema.
El INBA acaba de anunciar un homenaje a Germán List Arzubide por el 122 aniversario de su nacimiento. Como es sabido, estas vanguardias en particular, giran alrededor de la modernidad, manifestada en esos tiempos por el ferrocarril, las ondas hertzianas, los cables eléctricos, el acero, el automóvil, el movimiento o las grandes urbes. Tres ejemplos de primerísima: la foto de Tina Modotti de los cables de luz que se conserva en El Estanquillo, el retrato de Diego Rivera de la bailarina Ana Mérida que imita el movimiento o el famoso poema de Maiakovski sobre el ferrocarril.
A los estridentistas se les relaciona con Heriberto Jara, de tal modo que cuando fue un tiempo gobernador de Veracruz se llamaba a Xalapa, Estridentópolis. El poema Urbe de Maples Arce lo tradujo (no se vaya usted a caer de la silla) John Dos Passos, sí, el autor de Manhattan Transfer. Un imprevisible espaldarazo provino de que el infrarrealista Roberto Bolaño dedicó su novela coral Los detectives salvajes a la búsqueda de Cesárea Tinajero, “la última estridentista”. Un grupo de poetas, capitaneados por Yuri de Gortari, revivieron en la calle de Álvaro Obregón, El café de nadie, creación de Arqueles Vela.
Dos anécdotas creo que significativas. Llego a la Universidad del Valle de México y el rector me presenta al otro ponente que resulta ser el estridentista Germán List Arzubide. Le digo “qué honor estar en una conferencia con usted” y me pregunta: “¿Sabe usted quién soy?” “Por supuesto”, le contesté con énfasis. Y murmura abatido y casi para sí mismo: “Ya nadie sabe”. Sus poemas, como los de todos ellos, son sorprendentes, hablan de la máquina, de la mujer y tienen un humor apenas perceptible. Su teatro guiñol con su personaje Comino que va de una a otra obra es a un tiempo conmovedor e inolvidable, didáctico e ideológico. List Arzubide murió en1998 y vivió cien años. Recibió el Premio Nacional en el área de Lingüística y Literatura un año antes de morir.
Legendario es que cruzó Estados Unidos llevando oculta y pegada al cuerpo la bandera que Sandino arrebató a los estadounidenses para llevarla al Congreso Antiimperialista de Frankfurt del Main, que presidió con Nehru y Henri Barbusse. Escribió, con Maples Arce, el segundo manifiesto del grupo. List Arzubide era poblano y el manifiesto, después de proclamar “Apagaremos el sol de un sombrerazo”, termina con un “Viva el mole de guajolote”.
En una editorial que formamos Guillermo Ramírez, que luego fue director del Fondo de Cultura Económica; Adriana Salinas, que crearía Editorial Azabache; mi hermana Magdalena y yo, editamos una novela estridentista de Arqueles Vela. Al coctel por la publicación del libro no asistió el autor porque estaba ya enfermo. Puedo precisar el año, fue 1977, porque Arqueles Vela murió una semana después de nuestro festejo. Como es sabido, la vanguardia es lo que va adelante, explorando el terreno, del resto del cuerpo del ejército. El intransferible se publicó pasados 50 años de que se escribió y aún así era (y es) una novela de vanguardia.
Profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, e Integrante del Centro de Análisis de Coyuntura Económica, Política y Social, CACEPS.
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